A lo largo de la actual pandemia de COVID-19 han surgido distintos sitios web, aparentemente anónimos y sin ánimo de lucro, que realizan metanálisis sin atender a la calidad de los estudios. Un buen ejemplo lo encontramos en ‘C19early.org‘, una web anónima que, además de no ser realmente un verdadero metanálisis, acumula estudios con la finalidad de confundir, y presenta innumerables sesgos y problemas.
Este sitio web muestra estimaciones agrupadas de estudios que sugieren beneficios significativos para muchos de esos fármacos, lo que acaba generando confusión tanto para los médicos como para los pacientes. Y esto es un problema, ¿por qué?
Porque, cuando se llevan a cabo metanálisis que, originalmente, no se basan en revisiones sistemáticas rigurosas, conduce a la difusión de hallazgos falaces o espurios. Y evidentemente es un sitio web repleto de sesgos. Como aquí:
Dentro del resumen, indican si el estudio es negativo o no concluyente, y explican las fallas del estudio; sin embargo, cuando hay un resultado positivo para un tratamiento alternativo, no entran en detalles ni critican la investigación de la misma manera.
Además, añadir elementos como el zinc, la ivermectina o la hidroxicloroquina con otros tratamientos que sí funcionan (como el remdesivir) en un intento barato de dar seriedad al sitio web no es muy adecuado. Porque generan confusión.
Sobre la hidroxicloroquina o el zinc
Los NIH siguen sin recomendar, por ejemplo, el zinc o la hidroxicloriquina contra la COVID-19 por su falta evidente de eficacia. Como encontró este estudio: “El tratamiento con dosis altas de gluconato de zinc, ácido ascórbico o una combinación de los 2 suplementos no disminuyó significativamente la duración de los síntomas”. O como demostró aquí este metanálisis (de los de verdad), sobre la hidroxicloroquina.
“Entre los pacientes críticos con COVID-19, lopinavir-ritonavir, hidroxicloroquina o la terapia combinada empeoraron los resultados en comparación con ninguna terapia antiviral” (Arabi, Y.M. et al, 2021). Ni como preventivo: “La terapia posterior a la exposición con hidroxicloroquina no previno la infección por SARS-CoV-2 o la COVID-19 sintomática en personas sanas expuestas” (Oriol Mitjà, Ph.D., et al 2021). Este otro estudio concluyó lo siguiente: “Después de una exposición de alto o moderado riesgo a la COVID-19, la hidroxicloroquina no previno la enfermedad compatible con la COVID-19 ni confirmó la infección cuando se usó como profilaxis posterior a la exposición”.
Sobre la vitamina D
La vitamina D tampoco es útil a la hora de reducir los riesgos de COVID-19, aunque se ha encontrado que la deficiencia de esta puede afectar a la progresión de la enfermedad. Por ejemplo, este estudio concluyó que “es improbable que la administración rutinaria de suplementos de vitamina D a una población que está en gran medida repleta de vitamina D tenga un efecto clínicamente relevante sobre la infección aguda de las vías respiratorias”. Mientras que otro análisis indicó que “entre los pacientes hospitalizados con COVID-19, una sola dosis alta de vitamina D3, en comparación con el placebo, no redujo significativamente la duración de la estancia hospitalaria.”
Algo similar fue lo que encontró esta revisión de Cochrane: “No encontramos suficiente evidencia de buena calidad para juzgar si la vitamina D es un tratamiento eficaz o seguro para adultos con COVID-19”. De hecho, los NIH siguen sin recomendarla de momento: “No hay pruebas suficientes para recomendar a favor o en contra del uso de la vitamina D para la prevención o el tratamiento de la COVID-19”.
Sobre la vitamina C
Al igual que ocurre con la vitamina C: “No hay pruebas suficientes para recomendar a favor o en contra del uso de vitamina C en pacientes con COVID-19”. Es más, los expertos alertan del riesgo de tomar dosis elevadas de vitamina C (diarrea o interferencias con anticoagulantes o medicamentos anti-colesterol) o vitamina D (lesión renal y pancreatitis) como preventivos contra la COVID-19.
Sobre la colchicina y la quercetina
La colchicina, un fármaco para la gota, tampoco reduce la gravedad de la COVID-19, no reduce la estancia hospitalaria, no evita el riesgo de muerte, y se asocia con un riesgo elevado de efectos secundarios. Como encontró este metanálisis.
La quercetina sí parece útil, pero aún se necesitan más pruebas de su efecto contra la COVID-19.
Sobre la ivermectina
Y la evidencia en contra del uso de la ivermectina queda ya fuera de toda duda, como concluyó este estudio: “El tratamiento con ivermectina no resultó en una menor incidencia de ingreso médico en un hospital por progresión de COVID-19”. O este otro: “La ivermectina no tuvo ningún efecto significativo en los resultados de los pacientes con COVID-19 y, como recomienda la OMS, el uso de ivermectina debe limitarse a los ensayos clínicos.” O este: “Entre los pacientes ambulatorios con COVID-19 de leve a moderado, el tratamiento con ivermectina, en comparación con el placebo, no mejoró significativamente el tiempo de recuperación”.
No en vano, esta revisión de tratamientos autorizados o aprobados frente a la COVID-19 no incluyó a la ivermectina o la hidroxicloroquina, por ser “ineficaces”.
Es más, asociaciones médicas brasileñas (un país muy afectado por el uso del tratamiento temprano y sus consecuencias), emitieron nuevas directrices hace pocos meses, recomendando no usar la ivermectina ni la hidroxicloroquina.
La importancia de las revisiones sistemáticas de calidad
Es necesario tener en cuenta que, por ejemplo, el registro prospectivo de revisiones sistemáticas, con o sin protocolos de metanálisis, es una característica importantísima para proporcionar transparencia en el proceso de revisión.
Esto garantiza la protección contra los sesgos de informe, ya que ayudaría a revelar las diferencias entre los métodos o los distintos resultados informados en la revisión publicada y los planificados en el protocolo registrado.
Y los problemas con ‘c19early.org’ son evidentes. Y podemos verlo con un ejemplo: escojamos uno de los estudios que encontramos sobre la ivermectina. Se trata de Elavarasi, A et al, publicado en Lung India.
Para saber si la ivermectina funciona, necesitaríamos dos grupos grandes de personas que son casi exactamente iguales (misma edad, mismos factores de riesgo subyacentes). La mitad recibe ivermectina, la mitad placebo. Evidentemente, se trataría de un ensayo controlado aleatorio.
Según este estudio destacado por ‘c19early.org’, mostraría una reducción del 20% en el riesgo de muerte si un paciente toma ivermectina. ¡Sorprendente! Pero hay un problema: el estudio en sí mismo apenas menciona la ivermectina. Y no nos dice quiénes fueron los pacientes que la recibieron. Lo que nos lleva a varias preguntas: ¿Qué edad tenían? ¿Qué condiciones subyacentes tenían? ¿Por qué los médicos les dieron ivermectina y no a otros pacientes? ¿Cómo se comparan con los pacientes que fallecieron?
No podemos aprender casi nada de este estudio. Y, como este, otros tantos que recopilan ahí. Porque gran parte de la base de evidencia se basan en investigaciones fraudulentas o con sesgos. Como ya mencionó en este artículo Gideon Meyerowitz-Katz.
Efectivamente, este es el problema con los sitios web que pretenden reunir montones y montones de estudios y afirman llegar a una conclusión: “Nosotros, como laicos, no tenemos tiempo para revisar cada uno”. Y, por ello, se trata de aglutinar toda una enorme cantidad de estudios científicos, aparentemente concluyentes, con la finalidad de generar una realidad que, en verdad, es ficticia.