No, las vacunas de ARNm contra la COVID-19 no han reducido un 33 % la fertilidad femenina: el estudio sobre República Checa es preliminar y presenta sesgos

Un nuevo estudio checo sugiere que las vacunas contra la COVID-19 afectan la fertilidad, pero se trata de un artículo no revisado por pares, que utiliza datos poblacionales no ajustados y sin demostrar una relación causal: la evidencia científica revisada desmiente esa conclusión.

LO QUE SE AFIRMA

Las vacunas de ARNm provocan un 33 % menos embarazos en mujeres en la República Checa.

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

Engañoso. La evidencia científica revisada por pares y los datos oficiales de salud pública confirman que las vacunas contra la COVID-19, incluidas las de ARNm, no afectan la fertilidad femenina ni masculina.

Las vacunas de ARNm contra la COVID-19 no han reducido un 33 % la fertilidad femenina

El epidemiólogo de la McCullough Foundation, Nicolas Hulscher, publicó el 1 de mayo de 2025 un artículo afirmando que las campañas de vacunación masiva con ARNm podrían estar «alimentando el colapso global de la fertilidad». Su argumento se basa en un preprint del 29 de abril de 2025 que analiza tasas de nacimientos en mujeres de 18 a 39 años en la República Checa. Según este trabajo, las mujeres vacunadas antes de concebir habrían tenido un 33 % menos de nacimientos que las no vacunadas.

La afirmación se viralizó en X/Twitter y otras redes, donde recibió miles de visualizaciones y reacciones. Pero el estudio presenta múltiples limitaciones y sus conclusiones no están respaldadas por la evidencia científica disponible.

El estudio parte de datos de más de un millón de mujeres checas entre 2021 y 2023, comparando la cantidad de nacimientos por cada mil mujeres vacunadas antes del embarazo frente a no vacunadas. Según los autores, en meses como junio de 2021, solo el 7 % de los nacimientos provinieron de mujeres vacunadas, pese a representar el 39 % de la población.

El preprint insinúa que esta diferencia podría deberse a un efecto biológico de las vacunas en los órganos reproductivos, aunque no presenta pruebas experimentales que respalden esa hipótesis. Se trata, según sus autores, de resultados «hipotéticos y preliminares».

Pero el estudio no demuestra causalidad ni es un artículo revisado por pares, que se basa únicamente en datos secundarios anónimos y carece de un escrutinio riguroso que podría haber identificado sesgos o inconsistencias metodológicas, lo que reduce su credibilidad académica. Como señalan sus propios autores en el apartado de Discusión: «La asociación observada entre la disminución de las tasas de SC y la vacunación contra la COVID-19 no es, por supuesto, prueba de una relación causal entre la vacunación y la fecundabilidad. Además, el estudio no controla factores esenciales como la edad, la intención de embarazo, el uso de anticonceptivos, condiciones médicas, nivel socioeconómico o la posible autoselección: mujeres que querían embarazarse podrían haber evitado la vacuna, mientras que otras podrían haberse vacunado precisamente porque no planeaban hacerlo. Tampoco tiene en cuenta infecciones concurrentes por COVID-19, pérdida de embarazo temprana o el estado de vacunación del padre, lo que impide establecer una relación causal entre la vacunación y las tasas de concepciones exitosas (SCs).

Además, el estudio asume que las concepciones exitosas que resultan en nacimientos vivos a los 9 meses reflejan directamente la fecundabilidad, ignorando posibles pérdidas tempranas no registradas, lo que introduce un sesgo de truncamiento a la izquierda. Pero no son los únicos problemas que hemos encontrado: otra debilidad es la dependencia de datos agregados a nivel nacional sin análisis individualizado, lo que no permite distinguir entre decisiones personales (por ejemplo, posponer la concepción tras la vacunación) y efectos biológicos reales, un punto agravado por la posible autoselección de mujeres que evitaron la vacunación al planear un embarazo, como se sugiere en la discusión.

El propio artículo reconoce que estos sesgos podrían influir en los resultados y que sus hallazgos no prueban una relación directa entre vacunación y fertilidad. Mientras que la mención de señales de seguridad dependientes del lote de vacunas (como con Comirnaty) sin una investigación específica en este estudio introduce especulación sin evidencia directa, y la interrupción abrupta de los datos en diciembre de 2023, sin análisis de tendencias posteriores, deja preguntas abiertas sobre la sostenibilidad de los hallazgos, haciendo que las conclusiones sean preliminares y requeridas de estudios más robustos para confirmación.

En contraste, hay un amplio consenso científico sobre la seguridad de las vacunas COVID-19 en relación con la fertilidad. Una revisión sistemática de 29 estudios no encontró efectos negativos sobre la fertilidad femenina o masculina. Investigaciones con mujeres sometidas a fertilización in vitro tampoco mostraron diferencias entre vacunadas y no vacunadas en tasas de implantación, número de ovocitos ni embarazos.

Un estudio realizado en República Checa monitoreó parámetros de fertilidad (como hormonas reproductivas y conteos foliculares) en 25 mujeres sanas antes y después de la tercera dosis. No se encontraron cambios significativos en estos parámetros, lo que confirma que las vacunas no afectan la fertilidad biológicamente. Además, este estudio notó que las mujeres con infección previa por COVID-19 presentaban alteraciones en algunos parámetros de fertilidad, sugiriendo que la infección, no la vacunación, podría tener un impacto negativo.

Estudios del CDC y del sistema V-Safe indican que las tasas de aborto espontáneo entre vacunadas están dentro de lo esperado. Por ejemplo, un estudio basado en registros noruegos de embarazos del primer trimestre —con casi 20 000 mujeres— no encontró un aumento en el riesgo de aborto espontáneo tras la vacunación contra la COVID-19.

Es más, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades publicaron una revisión de investigaciones que no mostró evidencia de que la vacunación contra la COVID-19 afecte la fertilidad. Uno de los estudios analizados mostró que la vacunación contra la COVID-19 no tuvo ningún efecto en las probabilidades de concebir en ninguna de las personas de la pareja. Además, otras investigaciones confirmaron que las vacunas de ARNm no afectan la fertilidad masculina. A su vez, una investigación con más de 2.100 mujeres en EE. UU. y Canadá mostró que vacunarse antes de concebir no reduce la probabilidad de embarazo.

El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, la Organización Mundial de la Salud y el propio CDC (archivado aquí) recomiendan la vacunación para mujeres embarazadas o que buscan concebir, como forma de protegerse frente a complicaciones graves si contraen COVID-19. De forma similar, las autoridades sanitarias de distintos países han realizado afirmaciones similares, desmintiendo las afirmaciones que relacionan la vacunación contra la COVID-19 con la infertilidad. Es el caso, por ejemplo, del Departamento de Salud de Australia, quien afirmó que ninguna de las vacunas contra la COVID-19 aprobadas o en revisión por la Administración de Productos Terapéuticos causa infertilidad. Y el pasado año, National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine —una de las organizaciones científicas más prestigiosas— publicó un completo informe en el que rechazó cualquier relación causal entre vacunas ARNm COVID-19 e infertilidad, concluyendo que la evidencia favorece el rechazo de una relación causal entre estas vacunas y la infertilidad, una conclusión basada en la revisión de estudios clínicos y epidemiológicos que no encontraron asociación significativa, destacando la falta de mecanismos biológicos plausibles que vinculen tal relación.

Es cierto que algunas mujeres experimentaron alteraciones leves en el ciclo menstrual después de vacunarse, como un retraso de un día. Pero estas alteraciones son transitorias y no están relacionadas con infertilidad, según un editorial publicado en BMJ y estudios publicados en Nature. Aunque en octubre de 2022 el Comité de Evaluación de Riesgos de Farmacovigilancia (PRAC) de la EMA recomendó incluir el sangrado menstrual abundante como posible efecto secundario de las vacunas de ARNm contra la COVID-19, esto de ningún modo respalda la falsa narrativa de que las vacunas causan infertilidad. De hecho, el PRAC aclaró que «no existe evidencia que sugiera que los trastornos menstruales que experimentan algunas personas afecten la reproducción y la fertilidad. Los datos disponibles ofrecen seguridad sobre el uso de las vacunas de ARNm contra la COVID-19 antes y durante el embarazo. Una revisión realizada por el Grupo de Trabajo de Emergencia de la EMA demostró que las vacunas de ARNm contra la COVID-19 no causan complicaciones durante el embarazo en las mujeres embarazadas ni en sus bebés, y son tan eficaces para reducir el riesgo de hospitalización y muerte en mujeres embarazadas como en personas no embarazadas».

También han circulado teorías falsas sobre una supuesta similitud entre la proteína Spike de la vacuna y la sincitina-1, clave para la placenta. Esa teoría ha sido desmentida por expertos y organismos oficiales, y no hay evidencia genética que la respalde.

Contexto demográfico: la caída de la fertilidad en Chequia afecta a toda la población y vuelve a niveles prepandémicos

Según los datos del Banco Mundial y de la División de Población de Naciones Unidas, la tasa de fertilidad total en la República Checa ha descendido progresivamente desde el pico alcanzado en 2019. Ese año, el país registró una tasa de 1,71 nacimientos por mujer. En 2020, justo antes de la vacunación, la tasa se mantuvo en 1,71. A partir de ahí, los valores bajaron gradualmente: 1,64 en 2021, 1,55 en 2022 y 1,49 en 2023.

Este descenso no es exclusivo de mujeres vacunadas. Es una tendencia general que se alinea con los niveles observados antes del repunte de natalidad de la segunda mitad de la década de 2010. Por ejemplo, en 2013 la tasa era de 1,46 y en 2009 de 1,49, prácticamente igual que en 2023. Esto sugiere que el país ha regresado a un patrón demográfico previo a la pandemia, más que haber sufrido un “colapso” atribuido a la vacunación.

Además, este patrón no es único de la República Checa: se ha observado un descenso pospandemia de la fertilidad en numerosos países europeos, explicado por factores económicos, cambios en prioridades familiares, inseguridad laboral y retraso en los planes de maternidad, sin vínculo comprobado con la vacunación.

El documento de trabajo de la Comisión Europea, «El impacto del cambio demográfico – en un entorno cambiante» (2023), señala que la pandemia causó un descenso temporal en los nacimientos debido a la incertidumbre económica, con un aumento del 30% en la caída de flujos migratorios en 2020, de 2.7 millones en 2019 a 1.9 millones.

El retorno a estilos de vida pre-pandémicos tras la vacunación masiva ha sido identificado como un factor que influyó en las decisiones reproductivas. El artículo de Genus sobre la República Checa sugiere que la gradual eliminación de restricciones pandémicas y el retorno a actividades sociales y laborales no familiares contribuyeron al descenso, con un modelo que muestra que si las mujeres evitaban la concepción durante los meses de vacunación, la TFR hipotética para 2022 sería de 1.56, ligeramente por debajo del observado 1.62. De hecho, este estudio modeló el impacto potencial de la vacunación, sugiriendo que el temor a los efectos secundarios podría haber llevado a posponer la concepción, pero no estableció un efecto biológico directo.

Otro estudio demográfico realizado en Alemania y Suecia encontró que la caída de la natalidad en 2022 coincidió con la reapertura de las sociedades y la normalización postpandemia, no con efectos biológicos de las vacunas, sino con decisiones personales de posponer embarazos.

Además, el estrés familiar, como el aumento de la inflación y el conflicto en Ucrania desde febrero de 2022, ha sido mencionado por demógrafos como Jiřina Kocourková del SYRI National Institute, quien vincula el descenso a estos factores. No en vano, un estudio publicado en Human Reproduction Open el pasado año proporcionó evidencia sólida de que el aumento del IPC, especialmente del 10% en la República Checa y Polonia en 2021, estuvo asociado con una disminución mensual de tres nacimientos por cada 100 mujeres entre octubre de 2021 y septiembre de 2022, reflejando el impacto de la incertidumbre económica en las decisiones reproductivas.

¿La vacunación contra la COVID-19 afecta al desarrollo o al resultado del embarazo?

Desde el inicio de la pandemia, se evidenció que las mujeres embarazadas enfrentaban un riesgo significativamente mayor frente a la COVID-19 en comparación con la población general. La infección por SARS-CoV-2 durante la gestación se ha asociado con mayores probabilidades de ingreso en cuidados intensivos, necesidad de ventilación mecánica, desarrollo de preeclampsia y mortalidad materna. Estudios internacionales han mostrado que las embarazadas infectadas tienen hasta cinco veces más riesgo de requerir cuidados intensivos y 22 veces más riesgo de fallecer a causa de complicaciones derivadas de la enfermedad.

Además de los riesgos para la madre, la infección por COVID-19 en el embarazo se ha vinculado a un aumento de complicaciones obstétricas, como parto prematuro, restricción del crecimiento fetal, bajo peso al nacer y, en los casos más graves, muerte fetal o neonatal.

La evidencia disponible apunta a una constante: la mayoría de estos desenlaces graves se produjeron en mujeres no vacunadas. Investigaciones recientes de gran escala han revelado que hasta el 90 % de las hospitalizaciones por COVID-19 en embarazadas correspondieron a personas no vacunadas, y en el caso de los ingresos en unidades de cuidados intensivos, ese porcentaje ascendió al 98 %. Estos datos subrayan la importancia de la vacunación como una herramienta crucial para proteger tanto a la madre como al feto.

Por otro lado, múltiples metaanálisis han confirmado que vacunarse contra la COVID-19 durante el embarazo no incrementa el riesgo de aborto espontáneo, complicaciones obstétricas ni problemas neonatales. Tampoco se ha detectado una mayor frecuencia de hemorragias tras el parto, problemas con la placenta o necesidad de cuidados intensivos en los bebés.

Al contrario, las investigaciones indican que inmunizarse en esta etapa puede tener efectos positivos: se ha documentado una menor tasa de muertes fetales, bebés con mejor peso al nacer y resultados más favorables en pruebas clínicas como el Apgar, una medida rápida del estado de salud del recién nacido al momento del parto.

Además, se ha encontrado que la vacuna transfiere protección al bebé antes de nacer: un estudio publicado en 2022 identificó la presencia de anticuerpos IgG contra el SARS-CoV-2 en el cordón umbilical de recién nacidos cuyas madres fueron vacunadas durante el embarazo, en especial cuando la dosis se administró en el último trimestre. Esta evidencia confirma que, durante la gestación, la madre transmite defensas al bebé a través de la placenta, brindándole una primera línea de protección frente al virus desde el nacimiento.

Conclusión

El estudio checo no demuestra que las vacunas COVID-19 reduzcan la fertilidad. Por tanto, calificamos la afirmación como engañosa. La menor tasa de nacimientos observada en mujeres vacunadas puede explicarse por múltiples factores no controlados. La evidencia científica más sólida indica que las vacunas de ARNm no afectan la fertilidad. Lo que sí hacen es proteger a las mujeres embarazadas frente a riesgos graves asociados al COVID-19, como hospitalización, parto prematuro o incluso muerte.

No es la primera vez que verificamos afirmaciones realizadas por la propia McCullough Foundation (o por alguno de sus miembros), como puedes comprobar en los siguientes artículos:

Referencias:

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