Un tuit afirma que la vacuna de Pfizer aumentó el riesgo de infección por COVID-19 al tener una eficacia negativa

Un tuit en francés que asegura que la vacuna de Pfizer tuvo una eficacia negativa de -30% en el ensayo clínico de fase 3 es falso y se basa en una mala interpretación de los datos del informe clínico.

LO QUE SE AFIRMA

La vacuna de Pfizer contra la COVID-19 mostró una eficacia negativa (-30%) a los dos años.

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

La afirmación se basa en una mala interpretación de los datos del informe clínico. La vacuna demostró una eficacia positiva y significativa frente a la infección asintomática, que es una de las vías de transmisión del virus.

Eficacia negativa vacuna Pfizer
El nuevo reclamo se basa en una mala interpretación de los datos del informe clínico. Foto: Istock

Un tuit en francés publicado el pasado 11 de febrero de 2024 por un usuario identificado como @NiusMarco ha causado polémica al afirmar que, en el ensayo clínico de fase 3 de Pfizer para la vacuna de ARNm contra la COVID-19, la vacuna tuvo una eficacia negativa de -30%. El tuit, que ha sido compartido en X (anterior Twitter), más de 3.000 veces, dice lo siguiente:

Captura del tuit original, publicado en X (Twitter) el 11 de febrero de 2024. Créditos: X (Twitter)

En su traducción al español, el mensaje afirma que «El estudio de Pfizer que nos vendió una eficacia del 95% y justificó la campaña mundial de vacunación ha finalizado su fase 3 y finalmente arroja una eficacia en 2 años del -30%. ¡Digo BRAVO! Los no vacunados ganaron sin riesgo de efectos adversos».

Sin embargo, esta afirmación se basa en una mala interpretación de los datos del informe clínico final del protocolo C4591001 de Pfizer, que evaluó la eficacia de la vacuna BNT162b2 contra la infección asintomática y sintomática por SARS-CoV-2, así como contra las variantes del virus.

El informe clínico final del ensayo de la vacuna BNT162b2 de Pfizer-BioNTech contra la COVID-19, que se basa en el antígeno de la proteína S del SARS-CoV-2 codificado por ARN. El informe presenta los resultados de eficacia y seguridad de la vacuna en diferentes poblaciones y subgrupos, así como los datos de inmunogenicidad y la incidencia de COVID-19 según las variantes del virus.

Lo que realmente dice el informe

Según el informe, la vacuna BNT162b2 mostró una eficacia del 52,9% para prevenir la infección asintomática por SARS-CoV-2 basada en la seroconversión de anticuerpos N-binding en los sujetos sin evidencia de infección previa a la primera prueba post-dosis 2. La eficacia fue del 60,4% desde la dosis 2 hasta 1 mes después de la dosis 2 y del 56,6% más de 1 mes después de la dosis 2.

Estos resultados se obtuvieron en la población de eficacia evaluable (seroconversión), que incluyó a los sujetos que no tenían evidencia serológica o virológica de infección pasada por SARS-CoV-2 antes de la dosis 2 y que tenían un resultado negativo de NAAT (hisopo nasal) en cualquier visita no programada y sin ninguna desviación importante del protocolo antes del primer resultado de la prueba post-dosis 2 de N-binding.

Por lo tanto, no se puede afirmar que la vacuna de Pfizer tuviera una eficacia negativa de -30% en este ensayo, ya que los datos no apoyan esa conclusión. La eficacia negativa implicaría que la vacuna aumentara el riesgo de infección en lugar de reducirlo, lo cual no se observó en el estudio.

La eficacia de la vacuna puede variar según el criterio de valoración, el período de seguimiento, la población y la variante del virus, pero en general se ha demostrado que es alta y superior al umbral del 50% establecido por la FDA para la autorización de uso de emergencia.

Además, de acuerdo a las páginas 128, 129, 130, 131 y 132, no se puede asegurar que la vacuna tuvo una eficacia negativa de -30%. La página es un informe clínico final del protocolo C4591001 de Pfizer, que evaluó la eficacia de la vacuna BNT162b2 contra la infección asintomática y sintomática por SARS-CoV-2, así como contra las variantes del virus.

La página no menciona explícitamente el valor de -30%, pero sí reporta algunos resultados de eficacia vacunal (VE) que podrían interpretarse como negativos. Por ejemplo, en la tabla 35 se muestra que la VE contra la infección asintomática basada en la seroconversión de anticuerpos N-binding después de la dosis 2 fue de 52,9% (IC 95%: 47,2%, 57,9%).

Esto significa que el grupo vacunado tuvo un 52,9% menos de riesgo de infectarse asintomáticamente que el grupo placebo. Sin embargo, este resultado no implica que la vacuna aumente el riesgo de infección, sino que refleja una diferencia en el tiempo de seguimiento entre los grupos, ya que el grupo placebo recibió una dosis cruzada de la vacuna y se truncó su período de observación.

Otro resultado que podría sugerir una eficacia negativa es el de la tabla 37, que muestra las tasas de incidencia de la primera ocurrencia de COVID-19 después de la vacunación. En esta tabla se observa que el grupo original de BNT162b2 tuvo una tasa de incidencia de 104,562 por 1000 personas-año, mientras que el grupo original de placebo antes del cruce tuvo una tasa de 125,722 por 1000 personas-año.

Esto podría indicar que el grupo vacunado tuvo un mayor riesgo de COVID-19 que el grupo placebo, pero nuevamente hay que tener en cuenta el efecto del cruce y la circulación de diferentes variantes del virus durante el período de estudio.

El cruce se refiere al hecho de que, después de que la vacuna recibiera la autorización de uso de emergencia por parte de la FDA, se ofreció a los sujetos del grupo placebo la posibilidad de recibir la vacuna, lo que redujo el tiempo de seguimiento del grupo placebo y alteró la comparación entre los grupos.

La figura 2 muestra las curvas de incidencia acumulada para los tres grupos de estudio, y se aprecia que el grupo vacunado tuvo una mejor protección que el grupo placebo en los meses inmediatos después de la vacunación, antes de que ocurriera el cruce. Después del cruce, la incidencia aumentó para ambos grupos, siguiendo las diferentes olas de variantes. Las curvas aumentan sustancialmente alrededor de los 470 y 300 días para el grupo original de BNT162b2 y el grupo de cruce de placebo, respectivamente, lo que probablemente representa cuando cada grupo estuvo expuesto al inicio de las olas de Omicron.

Además, la vacuna también mostró una eficacia del 70,8% frente a la infección asintomática en los sujetos con evidencia de infección previa, lo que sugiere un efecto protector adicional de la vacuna en los individuos previamente infectados. De hecho, hay que tener en cuenta que el reclamo verificado se basa únicamente en la incidencia respecto a la infección, pero no a la protección proporcionada por la vacuna frente a hospitalización y muerte.

En resumidas cuentas, estos son los puntos clave que se pueden encontrar en este apartado:

  • Eficacia contra infecciones asintomáticas: La vacuna BNT162b2 mostró una eficacia del 37,2% para prevenir infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2 en los participantes que no tenían evidencia de infección previa al inicio del periodo de vigilancia asintomática. La eficacia fue del 70,8% en los participantes que sí tenían evidencia de infección previa.
  • Eficacia contra la seroconversión: La vacuna BNT162b2 mostró una eficacia del 52,9% para prevenir la seroconversión a SARS-CoV-2 en los participantes que no tenían evidencia de infección previa a la primera prueba de unión a la N después de la dosis 2. La eficacia fue del 60,4% desde la dosis 2 hasta 1 mes después de la dosis 2 y del 56,6% después de 1 mes de la dosis 2.
  • Casos confirmados durante el estudio: Los casos confirmados de COVID-19 se acumularon durante todo el periodo de seguimiento del estudio, mientras circulaban diferentes variantes del SARS-CoV-2, especialmente tras la aparición de la variante Omicron. Esto motivó el desarrollo e implementación de vacunas adaptadas a las variantes: vacunas bivalentes dirigidas a la cepa original/tipo salvaje y a Omicron BA.1 o BA.4/BA.5, y más recientemente una vacuna monovalente XBB.1.51.

Más aspectos a tener en cuenta

Hemos hablado con Rafael Toledo, catedrático de Parasitología en la Universidad de Valencia. Nos ha indicado que, dado que el informe recoge «casos acumulados», es normal que «aumente igual en todos los casos porque con el tiempo la posibilidad de infectarse es mayor. Al final se ha infectado todo el mundo, pero a fuerza de tiempo.». Además, destaca que «la pendiente es mayor en placebos».

También señala que siempre se habla de «incidencia» y «en ningún caso de formas severas.» Mientras que hablar desde la primera dosis «es muy laxo, porque hay mucha casuística después.» Menciona que «a medida que te alejas de la última dosis la posibilidad de infectarte va aumentando, porque la primera barrera se va debilitando, pero no de sufrir una forma grave.» Y resalta un defecto importante del informe: «Considera acumulados y no que la posibilidad de contactar con el virus se incrementa con el tiempo», no diferenciando «infección de forma severa.»

En conclusión, el tuit en francés que asegura que la vacuna de Pfizer tuvo una eficacia negativa de -30% en el ensayo clínico final es falso y se basa en una mala interpretación de los datos del informe clínico. Básicamente se trata de datos acumulados, de manera que, como indicó Rafael Toledo, «en poblaciones finitas la tendencia natural es a igualarse por una cuestión de cambio de situación, y por tiempo y probabilidad.» Es más, como sabemos, la vacuna demostró una eficacia positiva y significativa frente a la infección asintomática, que es una de las vías de transmisión del virus.

Por otro lado, las conclusiones recogidas en el informe son claras:

«Los datos previamente presentados de este estudio clínico mostraron que la serie primaria de 2 dosis de BNT162b2 30 μg fue altamente efectiva contra el COVID-19 sintomático, incluyendo los casos que fueron severos y/o resultaron en hospitalización, antes de la aparición de la variante Omicron. Datos adicionales de eficacia presentados en este CSR muestran que BNT162b2 30 μg probablemente también proporciona cierta protección contra la infección asintomática por SARS-CoV-2 en un análisis realizado antes de la aparición de Omicron. Además, la incidencia acumulada de casos confirmados de COVID-19 aumentó a medida que circularon múltiples variantes de SARS-CoV-2, especialmente después de la aparición de Omicron. Esto resultó en el desarrollo e implementación de vacunas adaptadas a las variantes: vacunas bivalentes que apuntan a la cepa original/tipo salvaje y Omicron BA.1 o BA.4/BA.5, y más recientemente monovalente XBB.1.5.»

Los resultados que podrían interpretarse como negativos se deben a factores como el cruce de placebo, el tiempo de seguimiento, y la emergencia de nuevas variantes. Para evaluar la eficacia de la vacuna contra las variantes, se requieren estudios específicos que comparen la respuesta inmune y la protección clínica de las diferentes dosis y formulaciones de la vacuna.

¿Una vacuna puede tener eficacia negativa?

La eficacia de una vacuna es un concepto que mide la capacidad de la vacuna para prevenir una determinada enfermedad o infección en las personas vacunadas, en comparación con las no vacunadas. Se calcula mediante ensayos clínicos que comparan la incidencia de la enfermedad o infección entre dos grupos: el grupo que recibe la vacuna y el grupo que recibe un placebo (una sustancia sin efecto terapéutico).

La eficacia de una vacuna se expresa en forma de porcentaje, que indica la reducción del riesgo de padecer la enfermedad o infección en el grupo vacunado respecto al grupo placebo. Por ejemplo, si una vacuna tiene una eficacia del 90%, significa que el grupo vacunado tiene un 90% menos de probabilidad de desarrollar la enfermedad o infección que el grupo placebo.

La eficacia de una vacuna no puede ser negativa, porque eso implicaría que la vacuna aumenta el riesgo de padecer la enfermedad o infección en lugar de disminuirlo. Esto no tiene sentido desde el punto de vista biológico, ya que las vacunas actúan estimulando el sistema inmunitario para que reconozca y combata al agente infeccioso, y no favoreciendo su entrada o replicación en el organismo.

Cuando se habla de eficacia negativa de una vacuna, se suele hacer una mala interpretación de los datos de los ensayos clínicos, sin tener en cuenta factores como el criterio de valoración, el tiempo de seguimiento, el efecto del cruce o la circulación de variantes del virus. Estos factores pueden influir en la incidencia de la enfermedad o infección entre los grupos, y generar resultados que parezcan negativos, pero que no reflejan la verdadera eficacia de la vacuna.

En el caso de las vacunas contra la COVID-19, se descubrió que las vacunas eran muy eficaces cuando debutaron. Por ejemplo, fueron útiles para reducir el riesgo de infección. Aunque esta protección disminuía con el tiempo. No en vano, los ensayos clínicos iniciales de las vacunas de Moderna y de Pfizer/BioNTech mostraron una reducción de la COVID-19 sintomática de más del 90%, y las dosis de refuerzo también la redujeron.

Para evaluar correctamente la eficacia de una vacuna, hay que entender cómo se ha diseñado y realizado el ensayo clínico, y qué variables se han medido y analizado. Así se podrá evitar caer en falsas afirmaciones que pueden generar confusión y desconfianza en la población sobre la seguridad y efectividad de las vacunas.

No ocurre lo mismo con la efectividad de una vacuna. La efectividad negativa de las vacunas significa que las personas vacunadas tienen más probabilidades de infectarse que las no vacunadas, lo que podría sugerir que las vacunas tienen un efecto perjudicial o que nuevas variantes son capaces de escapar de la protección que ofrecen. Es cierto que la efectividad de las vacunas puede disminuir con el tiempo o frente a nuevas variantes del virus. Sin embargo, esto no significa necesariamente que las personas vacunadas tengan más probabilidades de infectarse que las no vacunadas. Incluso cuando la efectividad de una vacuna disminuye, generalmente sigue ofreciendo cierto grado de protección.

Sin embargo, antes de llegar a estas conclusiones, es importante examinar si los estudios que miden la efectividad de las vacunas están libres de sesgos que puedan distorsionar los resultados.

Un artículo publicado el pasado año en la revista International Journal of Infectious Diseases analizó los diferentes mecanismos de sesgo que podrían conducir a una medición falsa de la efectividad negativa de las vacunas.

Estos mecanismos se clasifican en dos categorías: los que influyen en los niveles reales de infección o infección sintomática por estado de vacunación (por ejemplo, por diferencias en la exposición) y los que influyen en los niveles observados de infección o infección sintomática por estado de vacunación (por ejemplo, por diferencias en el acceso o el comportamiento de las pruebas).

Los autores argumentaron que los estudios observacionales que se basan en datos administrativos de salud están sujetos a varios de estos sesgos, que pueden ser más pronunciados cuando la eficacia biológica de las vacunas es generalmente baja, como ocurre con la variante Omicron. Señalaron que «existen patrones generales en los estudios actuales de VE que sugieren que es probable que los sesgos sean la causa de las mediciones de VE negativas.»

Por lo tanto, antes de interpretar la efectividad negativa de las vacunas como una evidencia de una eficacia biológica negativa, es necesario considerar, examinar y comunicar la plausibilidad y la probabilidad de que las mediciones negativas se deban en realidad a errores sistemáticos.

Los autores recomendaron el uso de diseños de estudio prospectivos, que incluyan mediciones sistemáticas y repetidas de la exposición, los posibles factores de confusión y los resultados, para reducir el sesgo relacionado con las diferencias en el contacto, la exposición, la susceptibilidad, la inmunidad y el acceso o el comportamiento de las pruebas.

También destacaron la importancia del análisis cuantitativo de sesgos, que implica un proceso de examinar y probar sistemáticamente el impacto potencial de los errores sistemáticos, y de cuantificar las incertidumbres alrededor de estos sesgos.

Y enfatizaron en la importancia de la comunicación sobre la interpretación de las mediciones negativas de la efectividad de las vacunas, siguiendo las pautas de informe de los estudios observacionales y explicando los posibles sesgos que se consideraron y controlaron, los que podrían permanecer y los que podrían haber influido en las estimaciones.

Aún cuando la protección contra la infección disminuyó con la llegada de variantes más contagiosas, la eficacia de las vacunas estaba destinada a medir qué tan bien protegían contra enfermedades graves y la muerte. Un nivel de protección que continúa siendo sólido, especialmente con los refuerzos. A tenor de la opinión de los expertos consultados, incluso esa disminución de la protección no significa que estar vacunado haga que una persona tenga un mayor riesgo de contraer el virus.

Recordar que la supuesta eficacia negativa de las distintas vacunas desarrolladas contra la COVID-19 ha sido un reclamo constante a lo largo de la pandemia. Y que ya han sido verificados anteriormente por Full Fact, PolitiFact o FactCheck, entre otros. Se ha señalado con anterioridad distintos reclamos que apuntan a que «las vacunas contra la COVID-19 destruyen la inmunidad natural» generando una «inmunidad negativa», sin ser cierto. O que los CDC han “reconocido” que las vacunas son “esencialmente ineficaces”, sin ser igualmente cierto (recibir la serie completa de vacunas y los refuerzos que correspondan a su edad es lo que significa estar al día con el plan de vacunación. Los CDC aclararon que recibir la serie completa de vacuna y los refuerzos que correspondan es lo que significa estar al día con el plan de vacunación; esto es lo que ofrece una protección significativa contra la enfermedad grave, aunque el esquema de vacunación brinde ahora una protección mínima contra la infección).

Por lo tanto, calificamos la afirmación como falsa, basada principalmente en una mala interpretación de los datos.

Referencias:

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  • Stay Up to Date with COVID-19 VaccinesCDC. Enero 18, 2024. Consultado el 14 de febrero de 2024
  • Intercambio de comunicaciones con Rafael Toledo, catedrático de Parasitología en la Universidad de Valencia

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