Desde que se declaró la pandemia de COVID-19, una de las preguntas más candentes ha sido cómo surgió el virus que la causó. El SARS-CoV-2, el coronavirus que infecta a los humanos y provoca la enfermedad COVID-19, se detectó por primera vez en Wuhan, China, a finales de 2019. Desde entonces, hasta el 2 de agosto de 2023 se habían registrado en el mundo alrededor de 769 millones de casos, y al menos siete millones de muertos en todo el mundo, además de dejar secuelas a largo plazo en muchos supervivientes. Aunque un análisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que las muertes por COVID-19 sumarían 15 millones solo entre 2020 y 2021.
La mayoría de los científicos coinciden en que el SARS-CoV-2 tiene un origen natural, es decir, que evolucionó en la naturaleza a partir de otros virus que circulaban entre animales, y que en algún momento saltó a los humanos, probablemente a través de un contacto estrecho en un mercado de animales vivos.
Esta hipótesis se basa en el análisis del genoma del virus, que muestra una mezcla de segmentos genéticos compartidos con otros virus similares al SARS que se han encontrado en murciélagos, pangolines y otros animales salvajes. Estos segmentos genéticos son el resultado de procesos naturales de recombinación, que permiten que los virus intercambien partes de su material genético entre sí.
Sin embargo, hay otra hipótesis que ha ganado popularidad entre algunos sectores de la opinión pública y la política: la de que el SARS-CoV-2 fue creado en un laboratorio, mediante una técnica llamada investigación de ganancia de función, que consiste en modificar genéticamente un virus para hacerlo más infeccioso o letal, con fines de investigación o biodefensa. Según esta teoría, el SARS-CoV-2 se originó en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), un centro de referencia mundial en el estudio de los coronavirus, donde se habría escapado accidental o deliberadamente y habría desencadenado la pandemia.
No en vano, recientemente el diario The New York Times publicó un artículo de opinión (el mismo día en que Anthony Fauci declaraba en el Subcomité Selecto sobre la Pandemia de Coronavirus), escrito por Alina Chan, bióloga molecular canadiense defensora de la teoría de que el SARS-CoV-2 tuvo su origen en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV).
El artículo de opinión, titulado «Por qué la pandemia probablemente comenzó en un laboratorio en 5 puntos», Alina Chan afirma que existen cinco indicios que apoyan la idea de que el virus se escapó de un laboratorio:
- El agente causante de la pandemia, el SARS-CoV-2, es un virus parecido al SARS que apareció en Wuhan: donde se ubica el WIV (que estudia los virus parecidos al SARS).
- El WIV, junto con colaboradores de Estados Unidos, planteó crear virus semejantes al SARS-CoV-2 mediante una investigación que les daría más capacidad de infectar.
- Los investigadores del WIV realizaron este tipo de trabajo, en condiciones de baja bioseguridad: condiciones que no habrían podido contener un virus infeccioso que se transmite por el aire como el SARS-CoV-2.
- No hay pruebas que respalden la hipótesis de que la COVID-19 tuviera un origen natural, a partir de un animal en el mercado de mariscos de Huanan en Wuhan.
- No se ha hallado la evidencia clave que se esperaría que existiera si el virus hubiera pasado de un animal a un humano de forma natural, el animal huésped original del SARS-CoV-2.
Volviendo al artículo de opinión de Chan, como es de imaginar, ha sido ampliamente criticado por la comunidad científica.
¿Son realmente ciertas las afirmaciones realizadas por Alina Chan en su artículo de opinión?
Estas cinco afirmaciones, ¿se sostienen con la realidad? La primera sí: Wuhan fue el lugar donde apareció el SARS-CoV-2, y allí se encuentra el WIV.
La segunda, sin embargo, es engañosa. Hubo una colaboración internacional para estudiar los coronavirus que podían infectar a los humanos, con participación de Estados Unidos. Pero nunca se crearon virus potencialmente infecciosos y, lo que sin duda alguna es más importante, el proyecto específico para desarrollar un virus con las características definitorias del SARS-CoV-2 fue finalmente rechazado, como se descubrió en el mes de octubre de 2022, cuando la Academia Nacional de Medicina rechazó las acusaciones contra Peter Daszak, biólogo y director de EcoHealth Alliance, una organización de investigación sin ánimo de lucro que ha colaborado con el Instituto de Virología de Wuhan (WIV).
La tercera es falsa. Todo el trabajo en el WIV se llevó a cabo con las medidas de bioseguridad adecuadas para ese tipo de trabajo, y pasó una inspección internacional. Además, ese trabajo no podía crear un virus nuevo e infeccioso como el SARS-CoV-2. En esta ocasión, Chan recuerda el dato filtrado a The Wall Street Journal de que científicos del equipo del Dr. Shi «enfermaron con síntomas similares a los de COVID-19 en otoño de 2019»; pero, como recuerda, los propios científicos negaron rotundamente haber estado enfermos. En realidad, Chan únicamente se basa en fuentes de prensa que dicen que se rumorea que las agencias de inteligencia saben algo, incluso después de que dichas agencias hayan desacreditado ya tal rumor.
La cuarta es igualmente falsa. La idea de que el SARS-CoV-2 no se originó en el mercado húmedo de Wuhan es completamente falsa y merece ser refutada. Hay mucha evidencia que apoya que este mercado, donde se vendían mariscos y otros animales, fue el lugar donde el virus pasó de los animales a los humanos por primera vez. Entre las pruebas que respaldan esta hipótesis, podemos citar distintos estudios que tienden a ser bastante contundentes al respecto. Por ejemplo, un estudio de 2021 analizó de forma crítica la evidencia a favor de un origen zoonótico del SARS-CoV-2, es decir, que el virus se transmitió de los animales a los humanos (y llegó a esa conclusión). Otro estudio de 2022 identificó el inicio de la pandemia de COVID-19 en el mercado mayorista de mariscos de Huanan en Wuhan, y no en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV). Además, otro estudio de 2022 identificó que hubo al menos dos eventos zoonóticos separados en Huanan, probablemente con una semana de diferencia. Otro estudio de 2023 cuestionó la falta de evidencia sobre un origen de laboratorio y criticó la forma en que los partidarios de la hipótesis de la fuga de laboratorio han difundido información falsa sobre la naturaleza de la investigación de ganancia de función, que consiste en modificar genéticamente los virus para hacerlos más infecciosos o letales. Un análisis crítico de 2023 que evaluó la evidencia sobre el origen del SARS-CoV-2 y descarta la posibilidad de que se creara o manipulara en un laboratorio; en este análisis, además, los autores destacaron que el SARS-CoV-2 es el noveno coronavirus documentado que ingresa a la población humana, y que la mejor evidencia existente respalda un origen zoonótico directo. Además, un estudio independiente de 2023 también investigó los orígenes del SARS-CoV-2 y llegó a la misma conclusión que los anteriores. Y un artículo de 2024, recientemente publicado, revisó toda la evidencia disponible y concluyó que el SARS-CoV-2 surgió de forma natural en el mercado de Huanan o en un lugar cercano, y que no hay ninguna prueba que lo relacione con el trabajo de laboratorio en el WIV.
Según Chan, «en diciembre de 2019, los investigadores chinos asumieron que el brote había comenzado en un mercado ubicado en el centro y frecuentado por miles de visitantes diariamente. Este sesgo en su búsqueda de casos tempranos significó que los casos no relacionados con el mercado o ubicados lejos de él probablemente se habrían pasado por alto». Pero el análisis crítico publicado en 2021, ya mencionado, dejó claro que el examen de los primeros casos mostró que la mayoría se agrupó alrededor del mercado de Huanan. Y que, además, estos distritos fueron también los primeros en exhibir un exceso de muertes por neumonía en enero de 2020, «una métrica que es menos susceptible a los posibles sesgos asociados con la notificación de casos». Los autores fueron también claros: «No existe ningún vínculo epidemiológico con ninguna otra localidad de Wuhan, incluido el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), situado al sur del Yangtze y que es objeto de considerable especulación».
En este momento, es necesario pararse detenidamente en este punto. Y es que, en 2022, se publicó en Science un importante estudio que identificó el inicio de la pandemia de COVID-19 en el mercado mayorista de mariscos de Huanan (en Wuhan). De acuerdo a la viróloga Angela Rasmussen, «el SARS-CoV-2 llegó a los humanos a través del comercio de animales vivos en el mercado de mariscos de Huanan». Y es clara: «los datos (…) muestran de manera abrumadora que la pandemia comenzó en Huanan a través de una zoonosis, no en el WIV ni en ningún otro laboratorio». Pero, ¿cuáles fueron las evidencias encontradas? Los primeros casos registrados de SARS-CoV-2 en 2019 se agruparon alrededor del mercado de Huanan (y no del WIV, que en realidad se encuentra al otro lado del río Yangtze), algo que es totalmente independiente de que estos casos estuvieran o no vinculados epidemiológicamente al mercado. Posteriormente, a medida que el virus se propaga por Wuhan, el patrón tiende a volverse más difuso, pero continúa siendo consistente con la aparición, en el mercado y a finales de noviembre o principios de diciembre de 2019, de los primeros casos, seguida de la transmisión en todo Wuhan y, eventualmente, en el resto de China y el mundo. También se sabía que en noviembre y diciembre de 2019 se vendieron en el mercado de Huanan varias especies animales susceptibles al SARS-CoV-2, como perros mapaches o zorros rojos (y otros que también serían susceptibles, como liebres, erizos, muntjacs y tejones). Y, además, un informe de los CDC de China describía la existencia de muestras ambientales positivas para SARS-CoV-2 que fueron recogidas de objetos asociados con la venta de animales vivos (como jaulas, carros y una máquina para quitar pelos y plumas), así como su ubicación en el mercado: el lado oeste, precisamente en la esquina donde se vendían animales vivos; es en esa área donde se registraron los casos anteriores al 20 de diciembre de 2019.
En un comentario de marzo de 2024 realizado por Florencia Débarre y Michael Worobey, sobre el cuestionamiento de Stoyan y Chiu (2024, SC2024) al respecto de la centralidad del mercado Huanan de Wuhan en los mapas de ubicaciones residenciales de casos de COVID-19 de diciembre de 2019, demostraron que las preocupaciones de SC2024 eran intrascendentes, y que los resultados en realidad contradecían directamente los de SC2024, de forma que tales resultados, junto con innumerables líneas adicionales de evidencia pasadas por alto por dichos autores, incluida información epidemiológica crucial, apuntan al mercado de Huanan como el epicentro temprano de la pandemia de COVID-19.
Y, por último, llegamos a la quinta afirmación, la cual es engañosa. Y es que, de acuerdo a los expertos, no es extraño que en las pandemias no se encuentre el “animal progenitor” que causó el contagio. Esto significa que no es extraño que no haya pasado con el SARS-CoV-2; algo que, en realidad, no es una prueba de que el virus en sí no tenga un origen natural.
Mencionar, a su vez, que en cada punto, su autora añade una serie de ideas que parecen aportar luz a la teoría; pero en muchos casos no es así. De acuerdo a Chan, en el Instituto de Virología de Wuhan, un equipo de científicos, dirigido por Shi Zhengli, había estado buscando virus similares al SARS durante más de una década. Y «los científicos del equipo del Dr. Shi viajaron repetidamente a la provincia de Yunnan para recolectar estos virus y ampliaron su búsqueda al sudeste asiático. No se ha descubierto que los murciélagos en otras partes de China sean portadores de virus tan estrechamente relacionados con el SARS-CoV-2». En este sentido, Chan no es consciente del submuestreo de coronavirus, motivo por el cual se ha tardado un tiempo en encontrar, en Laos, el pariente más cercano conocido del SARS-CoV-2 (como veremos próximamente). No en vano, el hecho de que el gobierno de China limite la información que se publica también dificulta enormemente su obtención. Según Chan, «incluso en los puntos calientes donde estos virus existen naturalmente cerca de los murciélagos de las cavernas del suroeste de China y el sudeste asiático, los científicos argumentaron, tan recientemente como 2019, que el contagio del coronavirus de los murciélagos a los humanos es raro». Sin embargo, nos encontramos ante otra afirmación errónea, ya que ignora toda la evidencia zoonótica real existente hasta el momento: un estudio publicado en 2023 señaló que la exposición a diversos sarbecovirus indica «un frecuente contagio en las comunidades humanas que interactúan con la vida silvestre». También señala que, cuando se detectó el brote por primera vez, «la Dra. Shi inicialmente se preguntó si el nuevo coronavirus había venido de su laboratorio , diciendo que nunca había esperado que ocurriera un brote así en Wuhan», pero olvida interesadamente mencionar que, en junio de 2020, Shi concluyó que ninguna de la secuencias coincidía con las de los virus que su equipo había tomado de las cuevas de murciélagos, lo que «realmente me quitó un peso de encima».
Chan también señala que «el proyecto DEFUSE propuso buscar y crear virus similares al SARS que porten picos con una característica única: un sitio de escisión de furina, la misma característica que mejora la infecciosidad del SARS-CoV-2 en humanos». Sin embargo, la propuesta original que encontramos en el proyecto no fue capaz de producir un virus similar al SARS-CoV-2. De hecho, en realidad, la combinación de la secuencia y la región FCS resulta inusual si la miramos desde el punto de vista de la ingeniería genética. Sin embargo, es típico que la evolución natural encuentre soluciones inusuales e inesperadas. En realidad, hay mucha evidencia científica que demuestra cómo el sitio de escisión de la furina puede evolucionar de forma natural. Como recordó un análisis crítico publicado en septiembre de 2021, «aunque el sitio de escisión de la furina está ausente en los parientes más cercanos conocidos del SARS-CoV-2, esto no es sorprendente porque el linaje que conduce a este virus está mal muestreado y los virus de murciélago más cercanos tienen proteínas de pico divergentes debido a la recombinación». Y Chan continúa argumentando que, aunque es posible que el sitio de escisión de furina haya evolucionado de forma natural, «de los cientos de virus similares al SARS catalogados por los científicos, el SARS-CoV-2 es el único que se sabe que posee un sitio de escisión de furina en su pico». No obstante, en esta ocasión nos encontramos nuevamente con el problema del submuestreo de coronavirus. Como veremos, por ejemplo, los científicos pensaron en un primer momento que el virus RaTG13 era el pariente más cercano conocido del SARS-CoV-2, hasta que más muestreos encontraron el virus BANAL-52.
Chan también comenta que, «mientras la pandemia hacía estragos, sus colaboradores estadounidenses no revelaron públicamente la existencia de la propuesta Defuse». Y recuerda que Peter Daszak, director de EcoHealth, «admitió recientemente ante el Congreso que no conocía las muestras de virus recogidas por el instituto de Wuhan después de 2015 y nunca preguntó a los científicos del laboratorio si habían iniciado el trabajo descrito en Defuse». En este sentido, quienes apoyan la teoría de la fuga de laboratorio señalan que el WIV tenía un virus secreto que podrían haber utilizado para crear el SARS-CoV-2. Pero era público que el WIV tenía alrededor de 20.000 muestras, 2.000 virus y 200 sarbecovirus, que se obtuvieron y recopilaron durante más de una década y que muchos, además, se publicaron a lo largo del tiempo. Y era esto a lo que se refería el propio Daszak en su intervención. Curiosamente, el propio Daszak publicó un hilo en Twitter en junio de 2020 donde describía las mismas 700 secuencias (que los teóricos de la fuga de laboratorio han señalado), basándose en un artículo que se publicó a mediados de 2020, el cual fue escrito y presentado originalmente en 2019; es decir, antes del comienzo del brote de Wuhan. Dicho de otra forma, se envió antes de que ocurriera cualquier supuesta filtración en el laboratorio, y antes de que el WIV tuviera algo que ocultar. Además, gracias a la publicación de documentos tras una solicitud de FOIA, se descubrió que a mediados de 2019 el WIV en realidad no tenía un virus relevante; o, al menos, no tenía una secuencia que valiera la pena publicar. También se dispone de una copia de la base de datos del laboratorio, del año 2018. Se supo que las secuencias de los virus fueron almacenadas en un servidor externo y publicadas unos años después (y tampoco había ningún virus «secreto» en esas secuencias).
¿Qué es la investigación de ganancia de función y por qué es controvertida?
La investigación de ganancia de función es un tipo de investigación biológica que consiste en alterar el material genético de un organismo, generalmente un virus, para dotarlo de una nueva capacidad o función que no tenía antes. Por ejemplo, se puede modificar un virus para que sea capaz de infectar a una nueva especie, de transmitirse por el aire, de resistir a los medicamentos o de causar una enfermedad más grave.
El objetivo de este tipo de investigación es comprender mejor cómo evolucionan los virus, cómo se adaptan a nuevos huéspedes o condiciones ambientales, y cómo se pueden prevenir o tratar las infecciones que causan. Al crear virus artificiales con características específicas, los científicos pueden estudiar su comportamiento, su interacción con el sistema inmunológico, su potencial pandémico y su respuesta a posibles vacunas o antivirales.
Sin embargo, la investigación de ganancia de función también plantea importantes riesgos y dilemas éticos. Por un lado, existe el peligro de que los virus creados en el laboratorio se escapen accidentalmente o sean liberados intencionadamente, provocando brotes o pandemias imprevistas.
Por otro lado, existe el temor de que esta investigación se utilice con fines maliciosos, como el desarrollo de armas biológicas o el bioterrorismo. Además, hay quienes cuestionan la necesidad y la utilidad de esta investigación, y si los beneficios potenciales superan los riesgos y los costes.
Por estas razones, la investigación de ganancia de función está sometida a una estricta regulación y supervisión, tanto a nivel nacional como internacional. Los científicos que realizan este tipo de trabajo deben cumplir con una serie de normas de bioseguridad y bioética, que garantizan que el trabajo se realiza de forma segura, responsable y transparente, y que se evalúan los posibles impactos y alternativas.
Además, los científicos deben obtener la aprobación de las autoridades competentes y de los comités de revisión ética, que supervisan la investigación que involucra a animales o humanos.
La investigación de ganancia de función no es algo nuevo ni exclusivo de China. Se trata de una práctica que se lleva a cabo desde hace décadas en muchos países y laboratorios del mundo, incluidos Estados Unidos, Europa y Australia. De hecho, muchos de los avances científicos y médicos que han permitido combatir enfermedades como la gripe, el ébola, el VIH o el propio COVID-19 se han basado, al menos en parte, en la investigación de ganancia de función.
¿Qué relación tiene la investigación de ganancia de función con el SARS-CoV-2 y el WIV?
Ahora que sabemos qué es la investigación de ganancia de función y por qué es controvertida, veamos qué relación tiene con el SARS-CoV-2 y el WIV.
El SARS-CoV-2 es un virus que pertenece a la familia de los coronavirus, que son virus que infectan a una gran variedad de animales, incluidos los humanos.
Los coronavirus se caracterizan por tener una corona de proteínas en su superficie, que les permite unirse a las células de sus huéspedes e infectarlas. Una de estas proteínas es la proteína de pico, que es la que determina la capacidad del virus para entrar en las células humanas y causar la enfermedad COVID-19.
El WIV es un instituto de investigación que se dedica al estudio de los virus, especialmente de los coronavirus. El WIV es uno de los centros de referencia mundial en este campo, y cuenta con laboratorios de alta seguridad (nivel 4) que le permiten trabajar con los virus más peligrosos y patógenos.
En este sentido, el WIV ha realizado importantes contribuciones al conocimiento y la prevención de enfermedades como el SARS, el MERS o el propio COVID-19.
Uno de los proyectos de investigación del WIV consiste en recoger muestras de virus de murciélagos y otros animales salvajes, y analizar su diversidad, su evolución y su potencial para infectar a los humanos. El objetivo de este proyecto es identificar y caracterizar los virus que podrían causar futuras pandemias, y desarrollar estrategias para prevenirlas o mitigarlas. Este proyecto se realiza en colaboración con socios internacionales, incluidos científicos estadounidenses.
Como parte de este proyecto, el WIV ha descubierto y secuenciado cientos de nuevos coronavirus, algunos de los cuales son muy similares al SARS-CoV-2. Uno de ellos es el RaTG13, que es el virus más cercano al SARS-CoV-2 que se conoce hasta la fecha, con un 97% de similitud genética. El RaTG13 se aisló de una muestra de heces de un murciélago herradura recogida en 2013 en la provincia de Yunnan, China.
Sin embargo, el RaTG13 no es el origen directo del SARS-CoV-2, ya que tiene diferencias significativas en la región de la proteína de pico, que es la que se une al receptor celular humano. No en vano, aunque contiene muchos elementos del SARS-CoV-2, le faltan secciones que los expertos consideran como «críticas», como por ejemplo es el caso del sitio del dominio de unión al receptor (RBD) en la proteína de pico.
Para encontrar el origen del SARS-CoV-2, los científicos han buscado otros coronavirus relacionados que puedan haberse recombinado entre sí para dar lugar al nuevo virus. La recombinación es un proceso natural por el que los virus intercambian fragmentos de su material genético cuando infectan a la misma célula.
En 2021, se descubrieron varios coronavirus de murciélagos en Laos que tienen segmentos del genoma muy similares al SARS-CoV-2, especialmente en la región de la proteína de pico. Concretamente, se identificaron un total de 46 nuevos virus de murciélagos, que fueron recolectados entre julio de 2020 y enero de 2021, bastante después del comienzo de la pandemia.
Estos virus, llamados BANAL-20-52, BANAL-20-103 y BANAL-20-236, podrían ser los parientes más cercanos del SARS-CoV-2 que se han encontrado hasta ahora, y sugieren que el virus se originó por recombinación entre diferentes linajes de coronavirus de murciélagos que circulaban en el sudeste asiático, dado que las cepas BANAL-20 sí contienen muchos elementos del SARS-CoV-2; y también contienen el sitio RBD en la proteína de pico. Además, BANAL-20-103 coincide con los primeros ~5000 genes de la secuencia mucho mejor que RaTG13, y BANAL-20-52 coincide con la secuencia completa de la proteína de pico (mucho mejor que RaTG13).
Pero, ¿por qué el SARS-CoV-2 tiene partes que se parecen más a las de otros virus que no están muy relacionados entre sí? Lo cierto es que se sabe que los beta-coronavirus relacionados con el SARS pueden mezclar partes de su código genético con otros virus que encuentran en la naturaleza. Motivo por el cual, por ejemplo, se ha descubierto que un virus de pangolín cuenta con un dominio de unión al receptor ACE2 muy similar al SARS-CoV-2.
Curiosamente, y como recuerda Ethan Siegel en un análisis recientemente publicado en Big Think, en el mes de junio de 2021, la propia Alina Chan afirmaba lo siguiente: “Hay días en los que creo que esto podría ser natural. Y si es natural, entonces he hecho algo terrible porque he puesto a muchos científicos en una situación muy peligrosa al decir que podrían ser la fuente de un accidente que provocó la muerte de millones de personas. Me sentiría fatal si fuera natural y hiciera todo esto”.
Estos hallazgos apoyan la hipótesis de que el SARS-CoV-2 tiene un origen natural, y no fue creado ni alterado en un laboratorio; especialmente cuando tenemos en cuenta que en el genoma del SARS-CoV-2 demuestra claramente que tiene un origen natural, independientemente de que se encuentre el virus original en una población de animales salvajes (en el caso del SARS de 2023, los científicos necesitaron catorce años de muestreo persistente en murciélagos para encontrar secuencias génicas víricas que correspondieran de manera precisa al virus).
La evidencia genética muestra que el SARS-CoV-2 es el resultado de un proceso evolutivo aleatorio y complejo, que no se puede replicar ni falsificar en un entorno artificial.
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