Robert F. Kennedy Jr. exagera los riesgos de la vacuna COVID-19 en niños: lo que no dice sobre muertes, efectos secundarios y la protección real

Robert F. Kennedy Jr. asegura que las vacunas contra el COVID-19 suponen un “riesgo profundo” para los niños, pero los datos científicos cuentan otra historia.

LO QUE SE AFIRMA

La vacuna contra la COVID-19 representa un riesgo profundo para los niños.

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

Falso La evidencia científica demuestra que las vacunas contra la COVID-19 son seguras en niños y su riesgo es menor que el de la infección.

Robert F. Kennedy Jr. exagera los riesgos de la vacuna COVID-19 en niños

En una nueva oleada de declaraciones, el secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., ha vuelto a cuestionar la seguridad de las vacunas contra la COVID-19 en niños. En entrevistas recientes y ante el Congreso, Kennedy sostuvo que los menores están prácticamente exentos de riesgo frente al virus, mientras que la vacunación supondría, en sus palabras, un “riesgo profundo” para su salud. Estas afirmaciones han ganado tracción en redes sociales y medios afines, alimentando dudas sobre la vacunación pediátrica justo cuando la administración Trump planea retirar las recomendaciones universales del CDC para niños y embarazadas.

Las palabras de Kennedy se han viralizado en plataformas como X (antes Twitter), donde publicaciones que replican sus declaraciones acumulan cientos de miles de visualizaciones. Sin embargo, la evidencia científica actual contradice varios de los puntos clave de su discurso.

Concretamente, en una entrevista para Fox News el pasado 22 de abril, Robert F. Kennedy Jr. calificó como “siempre dudosa” la recomendación de vacunar contra la COVID-19 a los niños, argumentando que “casi no tenían riesgo” frente al virus. Kennedy, conocido por sus posturas contrarias a las vacunas, también sugirió, al igual que el presentador Jesse Watters, que la inclusión de la vacuna en el calendario del CDC implicaba obligatoriedad. Sin embargo, esta afirmación es incorrecta: estar en dicho calendario no convierte la vacuna en un requisito obligatorio, sino que actúa como una guía para los profesionales sanitarios.

Es cierto que los niños suelen tener cuadros más leves de COVID-19, pero esto no significa que estén libres de complicaciones. Durante los picos de la pandemia, la COVID-19 figuró entre las principales causas de muerte pediátrica en Estados Unidos, tal y como encontró un estudio dirigido por investigadores del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Oxford, para el período del 1 de agosto de 2021 al 31 de julio de 2022, entre los niños y jóvenes de 0 a 19 años, la COVID-19 ocupó el octavo lugar entre todas las causas de muerte, el quinto lugar entre todas las causas de muerte relacionadas con enfermedades y el primero en muertes causadas por enfermedades infecciosas o respiratorias. Por grupo de edad, la COVID-19 ocupó el séptimo lugar (bebés), séptimo (1 a 4 años), sexto (5 a 9 años), sexto (10 a 14 años) y quinto (15 a 19 años). Según datos provisionales de los CDC, entre septiembre de 2023 y agosto de 2024, se registraron al menos 152 muertes infantiles vinculadas directamente al virus. Además, un 40% de los niños hospitalizados no presentaban condiciones preexistentes.

Y se ha encontrado que la vacunación contra la COVID-19 en niños puede ser beneficiosa. Por ejemplo, un estudio publicado recientemente en Annals of Internal Medicine, basado en más de 144.000 niños, encontró que la vacuna contra la COVID-19 desarrollada por Pfizer y BioNTech fue eficaz a la hora de prevenir la enfermedad moderada y grave, además de los ingresos en UCI durante los períodos de la variante delta y ómicron. De forma similar, otro estudio encontró que las vacunas contra la COVID-19, al prevenir las infecciones, también protegían a niños y adolescentes de la COVID persistente (Long COVID).

Respecto a los efectos secundarios de la vacunación, los estudios más recientes indican que las reacciones adversas graves, como la miocarditis o la pericarditis, son extremadamente poco frecuentes, especialmente en menores de cinco años. De hecho, en el caso de los niños pequeños, el riesgo es tan bajo que en ocasiones no es detectable en los distintos sistemas de vigilancia de la seguridad de las vacunas. Además, la mayoría de los casos documentados han ocurrido en adolescentes varones tras la segunda dosis, y han sido leves y de recuperación rápida. De hecho, la miocarditis relacionada con el virus tiende a ser más grave que la asociada a la vacunación.

En cuanto a otras complicaciones mencionadas por Kennedy, como los accidentes cerebrovasculares o los daños neurológicos, no se ha encontrado ninguna relación causal en estudios rigurosos. Investigaciones publicadas en JAMA Pediatrics y Pediatrics, que analizaron datos de millones de niños en Estados Unidos, no hallaron señales de alerta en cuanto a infartos, encefalitis o parálisis facial tras la administración de vacunas contra la COVID-19. Básicamente ninguno encontró un riesgo mayor de accidente cerebrovascular tras la vacunación.

Kennedy también ha afirmado que los ensayos clínicos de Pfizer mostraron más muertes en el grupo vacunado que en el grupo placebo, insinuando una relación causal. Concretamente, durante una entrevista con Fox News, afirmó que el riesgo de la vacuna «era claro incluso en los datos clínicos que surgieron de Pfizer… hubo aproximadamente un 25% más de muertes en el grupo de la vacuna que en el grupo del placebo». Sin embargo, expertos como el bioestadístico Jeffrey S. Morris han desmentido esa interpretación. Según explicó en su cuenta de X, la supuesta diferencia del 23% en muertes entre los grupos de vacunados y placebo es científicamente inválida, ya que se basa en datos recogidos después de que los participantes supieran qué tratamiento habían recibido y cuando el 90% del grupo placebo ya había sido vacunado. En ese punto, dijo, prácticamente toda la cohorte estaba inmunizada, lo que invalida cualquier comparación entre grupos. Además, ninguna de las muertes registradas se atribuyó a la vacunación.

En paralelo a estas declaraciones, el Departamento de Salud, dirigido por Kennedy, prepara una revisión de las recomendaciones del CDC. Fuentes citadas por The Wall Street Journal indican que se eliminarán las directrices que promueven la vacunación sistemática de niños y embarazadas, lo que podría afectar la cobertura de seguros médicos y reducir aún más las tasas de inmunización. Actualmente, solo el 13% de los menores y el 14% de las embarazadas han recibido la dosis más reciente. No obstante, en el momento en el que publicamos esta verificación de hechos, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) continúa recomendando la vacunación contra la COVID-19 en niños. Y es que, tal y como podemos leer aquí (archivado), «las vacunas contra la COVID-19 están disponibles para todas las personas mayores de 6 meses. Vacunarse es la mejor manera de protegerse de la COVID-19. Vacúnese si aún no lo ha hecho». Algo similar podemos encontrar en la página web de los Centro de Control de las Enfermedades y Prevención de los Estados Unidos, como podemos ver aquí (archivado) y aquí (archivado).

La decisión parece tener un componente político más que científico, ya que la comunidad médica aún respalda la vacunación en poblaciones pediátricas y vulnerables. “La vacunación permite controlar cuándo y cómo los bebés desarrollan inmunidad. La infección deja eso al azar”, explicó recientemente Charlotte Moser, del Hospital Infantil de Filadelfia.

Conclusión

Por tanto, las afirmaciones de Robert F. Kennedy Jr. sobre la supuesta peligrosidad de las vacunas contra la COVID-19 en niños son falsas. Los efectos adversos graves son raros, y el riesgo que representa el virus para los menores, aunque menor que en adultos, no es insignificante. La vacunación continúa siendo una herramienta segura y eficaz para proteger a la infancia frente a la COVID-19.

Referencias:

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