El estudio que concluye que el 73.9% de las muertes analizadas fueron causadas por vacunas COVID-19 sigue presentando fallas y problemas críticos

Una revisión sistemática previamente retirada por problemas metodológicos y porque sus conclusiones no estaban realmente respaldadas ha sido finalmente publicado, pero mantiene muchos de sus defectos y problemas originales.

LO QUE SE AFIRMA

Una revisión concluye que el 73.9% de las muertes analizadas fueron causadas por las vacunas COVID-19.

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

Sin evidencia. La revisión, que parte de un artículo de preimpresión retirado, contiene múltiples problemas y ha sido elaborado por autores con conflictos de interés relacionados. La evidencia actual muestra que las vacunas COVID-19 no aumentan el riesgo de mortalidad en personas vacunadas.

Un estudio titulado “A systematic review of autopsy findings in deaths after COVID-19 vaccination” que inicialmente fue retirado de un servidor de publicación de artículos de preimpresión debido a problemas metodológicos, ha sido finalmente publicado. Sin embargo, la investigación sigue plagada de muchos de los problemas originales que llevaron a la retirada del artículo de preprint original.

La publicación del estudio se ha vuelto viral en redes sociales, donde una amplia variedad de usuarios han difundido tanto el estudio en cuestión como sus conclusiones, como podemos ver aquí o aquí (tanto en España como en otros países). Uno de sus autores, William Makis, también publicó un tuit en su cuenta oficial de X/Twitter, una publicación que se volvió viral, al alcanzar más de un millón de visualizaciones. En esta afirmación, además, Makis vuelve a indicar que su estudio fue censurado, algo que —como veremos— no es cierto.

Ejemplo de uno de los tuits publicados
Ejemplo de uno de los tuits publicados en X/Twitter sobre el artículo. Captura realizada el 22 de junio de 2024. Fuente: X/Twitter

El 5 de julio de 2023, un manuscrito titulado “A systematic review of autopsy findings in deaths after COVID-19 vaccination” fue subido a la plataforma SSRN, un servidor de preimpresión asociado con The Lancet. Este manuscrito analizó informes de autopsias de personas vacunadas contra la COVID-19, llegando a la conclusión que el 73.9% de esas muertes se debieron “directamente a la vacunación contra la COVID-19 o contribuyeron significativamente a ella”.

La lista de autores incluía a varias figuras conocidas por haber difundido desinformación sobre la COVID-19 a lo largo de la pandemia, como por ejemplo es el caso de William Makis, Harvey Risch, Roger Hodkinson o el cardiólogo Peter McCullough, cuyas afirmaciones falsas sobre las vacunas COVID-19 llevaron a que la Junta Americana de Medicina Interna recomendara revocar su certificación en el mes de octubre de 2022.

Problemas iniciales de la revisión sistemática

El manuscrito fue retirado del servidor SSRN solo un día después de ser subido. La explicación dada por el grupo The Lancet fue que “las conclusiones del estudio no están respaldadas por la metodología del estudio”. Sin embargo, el preprint fue subido a Zenodo, donde sigue publicado y ha acumulado desde entonces más de 160.000 visualizaciones, hasta el 22 de junio de 2024.

En aquellos momentos, la retirada del documento de preimpresión provocó que diversos medios y plataformas digitales, incluyendo Natural News o Daily Skeptic, señalaran a The Lancet de “censura”. Alegaban que la revista había suprimido un informe que indicaba que las vacunas contra la COVID-19 eran letales. Y diferentes capturas de estos artículos y conversaciones con el propio McCullough fueron ampliamente difundidas en redes sociales como X/Twitter, Instagram, Facebook o TikTok, logrando cientos de miles de visualizaciones e interacciones.

No obstante, tal aseveración no era precisa ya que la revisión mencionada no correspondía a un estudio formal, sino a un análisis preliminar que no había sido sometido a revisión por expertos ni divulgado en una publicación científica. De mayor relevancia es que la metodología empleada en la revisión era defectuosa, lo cual lo invalidaba como medio para determinar una relación causal entre las vacunas contra la COVID-19 y los fallecimientos.

Ahora, el artículo ha sido finalmente publicado en “Forensic Science International”, tras pasar el proceso de revisión. Esta revista ofrece a los autores la opción de publicar sus investigaciones mediante suscripción (sin cargo de publicación de artículos) o acceso abierto. Para publicar en acceso abierto (como es el caso que nos ocupa), el autor o el financiador de la investigación deben pagar una tarifa de publicación (APC), que asciende a 4230 dólares. Sin embargo, como veremos, a pesar de su publicación tras la revisión, continúa manteniendo muchos de los problemas que llevaron a su retirada del servidor SSRN.

Análisis metodológico de la revisión sistemática

El estudio tiene como objetivo identificar posibles relaciones causales entre la vacunación contra la COVID-19 y la muerte. Para ello, los autores buscaron estudios de autopsias de personas que murieron después de recibir una vacuna contra la COVID-19. Identificaron 678 estudios, de los cuales 44, que comprendían un total de 325 autopsias, cumplieron con su criterio de inclusión. Luego, tres médicos (Roger Hodkinson, William Makis y Peter A. McCullough) revisaron todos los casos para determinar qué muertes podían atribuirse directamente a la vacunación contra la COVID-19.

Basándose en la información disponible, concluyeron que el 73.9% (240) de las muertes, la mayoría de ellas ocurridas dentro de una semana después de la vacunación, “se debieron a un síndrome de lesión por vacuna fatal”.

Como ocurrió con el artículo de preimpresión, en el artículo recientemente publicado también encontramos el uso del término “vaccine injury syndrome” (“síndrome de lesión por vacuna”), lo cual muchos expertos en su momento señalaron como un punto de alarma. Aunque “lesión por vacuna” se utiliza a veces para referirse a efectos secundarios de la vacunación, “síndrome de lesión por vacuna” es un término promovido específicamente por grupos contra las vacunas y organizaciones marginales como Front Line COVID-19 Critical Care Alliance (FLCCC Alliance) para aludir a efectos secundarios que no tienen una conexión causal confirmada con la vacunación, tales como cáncer o muertes súbitas.

La selección de los estudios incluidos en la revisión es otro problema. Los autores excluyeron la mayoría (634) de los estudios identificados en su búsqueda. Es decir, excluyeron el 93,5% de los estudios. Mientras que 35 de ellos fueron excluidos porque no informaron sobre el estado de vacunación o no habían realizado una autopsia, 55 estudios fueron excluidos porque “no incluían muertes”. Es crucial destacar que la inclusión o exclusión de una cantidad considerable de investigaciones tiene el potencial de modificar de manera sustancial los hallazgos. Por ende, cualquier decisión en este sentido requiere de una fundamentación sólidamente arraigada. Además, en el artículo se expone claramente que dos autores (entre los que se encuentra Peter A. McCullough), “extrajeron de forma independiente” los hallazgos más importantes en Microsoft Excel.

Según la sección de “Métodos”, los autores “incluyeron todos los estudios de autopsias y necropsias que incluían la vacunación contra la COVID-19 como antecedente de exposición”. Como ocurrió con el artículo de preimpresión retirado, la falta de claridad en esta definición, junto con los criterios de exclusión poco claros, plantea la posibilidad de que haya un sesgo en la elección de los estudios incluidos. Esto lleva a preguntarse si se han rechazado investigaciones de peso simplemente porque sus hallazgos podrían ir en contra de la opinión de los autores sobre la seguridad de las vacunas contra la COVID-19.

Revisión llevada a cabo por médicos con un historial controvertido

La objetividad del análisis de las autopsias, llevado a cabo por los doctores Hodkinson, Makis y McCullough, quienes determinaron las muertes atribuibles a la vacunación, se ve comprometida por su historial de difundir desinformación acerca de la COVID-19 y las vacunas.

Destaca el caso de Makis, quien sin pruebas sostuvo que 80 médicos canadienses fallecieron debido a las vacunas contra la COVID-19. Sin embargo, una verificación de hechos de Reuters reveló que, de esos casos, 12 muertes obedecieron a enfermedades preexistentes y otras cuatro a accidentes, desmintiendo la afirmación de Makis. Asimismo, no existe evidencia que respalde un incremento en el riesgo de mortalidad a causa de las vacunas COVID-19.

Por otro lado, Jonathan Laxton, internista y profesor asistente de medicina en la Universidad de Manitoba, identificó otros problemas, incluyendo una afiliación incorrectamente asignada y la referencia a un estudio que posteriormente fue retractado, según detalló en una serie de tuits publicados en su cuenta de X/Twitter.

Problemas persistentes en la publicación actual

A pesar del proceso de revisión por pares, muchos de los problemas identificados en la verificación de hechos previa persisten en la publicación actual. Los términos utilizados, la selección de estudios, la metodología, los conflictos de interés y la falta de control sobre factores confusos siguen siendo cuestiones críticas que afectan la credibilidad y fiabilidad de las conclusiones del estudio.

El hecho de que una persona muera después de la vacunación contra la COVID-19 no es suficiente por sí mismo para sacar conclusiones sobre la seguridad de las vacunas. La razón es que, aunque una asociación temporal entre la vacunación y la muerte es necesaria para demostrar causalidad, no es suficiente por sí sola.

Es por eso que los informes de casos generalmente son inadecuados para evaluar asociaciones causales. Para sacar conclusiones significativas, el estudio al menos necesitaría comparar los hallazgos en las autopsias de personas vacunadas con un grupo de control no vacunado. Sin embargo, no se realizó tal comparación en el estudio. Es más, el uso de datos de VAERS, que es un sistema de reporte voluntario, puede resultar en sesgos significativos debido a la notificación incompleta o incorrecta.

En cambio, el estudio procede a especular sobre los supuestos mecanismos por los cuales las vacunas COVID-19 causan daño, centrándose en los supuestos “efectos perjudiciales” de la proteína spike inducida por la vacunación.

Algunas pruebas sugieren que la proteína de la espícula producida durante la infección por SARS-CoV-2 puede ser tóxica para diferentes órganos, como es el caso del corazón. Pero este efecto no puede extrapolarse directamente a la proteína de la espícula inducida por las vacunas COVID-19, dado que se produce en cantidades muchísimo más pequeñas y es diferente a la del SARS-CoV-2. De hecho, la evidencia disponible indica que la proteína de la espícula producida a través de la vacunación es generalmente segura.

Rafael Toledo, catedrático de Parasitología en la Universidad de Valencia, ha indicado a través de su perfil en X/Twitter que “el universo estudiado es bastante cuestionable y por la naturaleza del paper carece de controles, por lo que cualquier conclusión está cogida con pinzas (…) la relación de la causa de fallecimiento con la vacuna es hipotética, lo que hace más endeble aún cualquier conclusión y, más aún, extrapolación.”

Marc Veldhoen, que tiene una maestría en Biología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Utrecht y un doctorado en Inmunología obtenido en el Instituto Nacional de Investigación Médica (NIMR) de Londres, también ha analizado el paper. Y en un hilo publicado en su cuenta de X/Twitter ha señalado que la sección de “Métodos” es muy importante, encontrando que los autores de la revisión se centraron exclusivamente en “informes de autopsias y necropsias que se han publicado y que están relacionados con la vacunación contra la COVID-19”, lo que significa que se limitaron a estudiar solo casos de autopsias. De acuerdo a Veldhoen, “si nos fijamos sólo en las autopsias de aquellos relacionados (en el tiempo) con la droga X: la implicación de X representa una alta proporción de todos los casos.” Es decir, si solo consideramos las autopsias de personas que fallecieron en un periodo cercano a la administración de la medicación X, encontraremos que la implicación de la medicación X parece ser una causa significativa en muchos de estos casos. Pero “no existe relación causal, simplemente sucedió que ‘Se incluyeron todos los estudios de autopsia y necropsia que incluyeron la vacunación contra el COVID-19 como antecedente de exposición’ Estas personas murieron después de una vacuna (o de un café, de comer una manzana, de conducir un coche)”.

En el artículo de revisión, los autores señalan que “las implicaciones de nuestro estudio se aplican a los casos de muerte imprevista sin enfermedad previa entre los receptores de la vacuna COVID-19”. Sin embargo, en su análisis Veldhoen destaca que “la edad media de muerte fue de 70,4 años”, recordando que las personas mayores tienen más probabilidades de morir. De hecho, si acudimos al artículo original, observamos que “el sistema de órganos más implicado entre los casos fue el cardiovascular (49 %), seguido del hematológico (17 %) , respiratorio (11 %) y sistemas de órganos múltiples (7 %)”. También destaca la inevitable presencia de sesgos en la elección de ciertos estudios para la revisión, puesto que varios pacientes “claramente tenían COVID-19, infecciones [respiratorias] y cáncer”. Y concluye que “la gran mayoría de estos casos no muestran un efecto causal, sino coincidente”.

En una posterior publicación, Marc Veldhoen afirmó lo siguiente, siendo aún más claro, y coincidiendo con el análisis de otros expertos: “La conclusión es que en el 6% de los estudios seleccionados, con criterios de entrada y exclusión no especificados, conocidos activistas anti-vacunas sin suficiente experiencia reclasificaron el 73% de las muertes de artículos primarios en los que los autores en gran medida no pudieron encontrar una conexión causal con las vacunas”.

Seis de los nueve autores de la revisión están afiliados a The Wellness Company. McCullough es el director científico de esta empresa, que comercializa suplementos que supuestamente protegen contra las “lesiones por vacunas”. Este conflicto de interés no se menciona claramente en el artículo publicado, lo que plantea dudas sobre la transparencia y la influencia de estos intereses comerciales en las conclusiones del estudio. De hecho, únicamente se indica lo siguiente: “Los doctores Alexander, Amerling, Gessling, Hodkinson, Makis, McCullough, Risch están afiliados y reciben apoyo salarial y/o ocupan puestos de capital en The Wellness Company, Boca Raton, FL, que no tuvieron ningún papel en la financiación, el análisis o la publicación”. Pero en la “declaración de contribución de autoría” podemos ver que la mayoría de los autores tuvieron un papel importante en el análisis de la revisión, como es el caso de William Makis (“investigación, validación, redacción: revisión y edición”), el propio Peter A. McCullough (“conceptualización, investigación, metodología, administración de proyectos, supervisión, validación, visualización, redacción – borrador original, redacción – revisión y edición”), o Roger Hodkinson (“investigación, validación, redacción: revisión y edición”); entre otros.

La discusión del estudio afirma que “el gran número de muertes inducidas por la vacuna COVID-19 evaluadas en esta revisión es consistente con múltiples artículos que informan sobre mortalidad excesiva después de la vacunación”. Para apoyar esta afirmación, los autores citan un estudio retractado y un preprint que ha sido criticado por sus fallas metodológicas. Es más, en el apartado de “Referencias” encontramos también más problemas, tal y como ocurrió con el artículo de preimpresión retirado: los autores se autocitan, citando revisiones narrativas publicadas por ellos mismos, en las que especulan sobre los mecanismos de daño propuestos —pero no probados— de las vacunas COVID-19.

Contrariamente a lo que sugiere el estudio, los informes de muertes tras la vacunación son escasos, como explica el sitio web de los CDC. Además, la idea de que las vacunas contra la COVID-19 provocan o incrementan la probabilidad de fallecimiento no es consistente con los hallazgos de múltiples estudios revisados por pares, los cuales indican que la tasa de mortalidad entre individuos vacunados no es superior a la de aquellos sin vacunar.

Los estudios muestran que las vacunas contra la COVID-19 no aumentan el riesgo de muerte

Como se ha observado en revisiones previas, diversos análisis han evidenciado que un incremento en las tasas de vacunación (mayores índices de inmunización) está directamente asociado con una reducción en el exceso de mortalidad a nivel global. Y que la vacunación contra la COVID-19 no se asocian con un aumento del riesgo de muerte.

Un análisis de The Lancet reveló que las vacunas contra la COVID-19 han sido un baluarte en la lucha contra la pandemia, con una estimación de más de 14 millones de vidas salvadas a nivel mundial desde su introducción el 8 de diciembre de 2020 hasta un año después.

En una línea similar, un análisis preliminar de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aún pendiente de revisión por pares, indica que solo en Europa se evitaron más de 1,4 millones de muertes gracias a la vacunación.

A pesar de haber pasado por revisión por pares, el estudio “A systematic review of autopsy findings in deaths after COVID-19 vaccination” sigue presentando muchos de los problemas iniciales que llevaron a su retiro de la preimpresión. Los problemas metodológicos, sesgos potenciales, conflictos de interés y la falta de control sobre factores confusos minan la credibilidad y validez de sus conclusiones. Por tanto, concluimos que la afirmación de que “existe una alta probabilidad de un vínculo causal entre las vacunas COVID-19 y la muerte” no se sostiene, no estando en realidad soportada por la evidencia suficiente.

Anteriormente hemos verificado afirmaciones previas de Peter A. McCullough o William Makis.

Actualización #1

Se ha actualizado la presente verificación de hechos para añadir una nueva publicación realizada por Marc Veldhoen en su cuenta de X/Twitter.



Actualización #2

A petición del Editor en jefe de la revista, el artículo finalmente ha sido retirado. En la nota publicada al respecto, se indica que las preocupaciones manifestadas por miembros de la comunidad científica por este artículo abarcaron citación inapropiada de referencias; diseño inadecuado de la metodología; errores, tergiversación y falta de respaldo fáctico para las conclusiones y no reconocer y citar evidencia que refute las conclusiones. Más información

Referencias:

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