El análisis que vincula las vacunas contra la COVID-19 con 17 millones de muertes es defectuoso y omite las oleadas de fallecimientos por COVID-19

Un análisis publicado originalmente en el mes de septiembre de 2023 y que afirma que las vacunas contra la COVID-19 han causado la muerte de 17 millones de personas se ha vuelto a hacer viral en España en las últimas semanas.

LO QUE SE AFIRMA

Las vacunas contra la COVID-19 han causado la muerte de 17 millones de personas.

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

Falso. No hay evidencia científica que respalde la afirmación de que las vacunas desarrolladas contra la COVID-19 han causado 17 millones de muertes. Se trata de una afirmación incorrecta de un análisis muy defectuoso que no tuvo en cuenta las muertes por COVID-19.

Análisis erróneo atribuye erróneamente 17 millones de muertes a las vacunas contra el COVID-19, ignorando las muertes reales por el virus
Análisis erróneo atribuye erróneamente 17 millones de muertes a las vacunas contra el COVID-19, ignorando las muertes reales por el SARS-CoV-2. Fuente: Istock

Aunque el análisis titulado «COVID-19 vaccine-associated mortality in the Southern Hemisphere» (Mortalidad asociada a la vacuna COVID-19 en el hemisferio sur, en su traducción al español), fue originalmente publicado el 17 de septiembre de 2023 (y distintas organizaciones de verificación de hechos ya verificaron afirmaciones similares en ese momento), recientemente distintos usuarios a través de la red social X/Twitter, han vuelto a hacer viral el estudio en cuestión.

De hecho, nuevamente, en las últimas semanas una afirmación ha circulado con fuerza en las redes sociales y en ciertos medios de comunicación: que las vacunas contra la COVID-19 han causado la muerte de 17 millones de personas. Esta cifra alarmante ha generado preocupación y miedo entre la población, pero ¿se sostiene esta afirmación ante un análisis riguroso y basado en la ciencia?

Captura de Twitter
Uno de los tuits que se hicieron virales el pasado 30 de abril de 2024 sobre la afirmación incorrecta. Captura de pantalla realizada el 20 de mayo de 2024. Fuente: X/Twitter

Para comenzar, es importante entender el origen de la cifra mencionada. La afirmación, como veremos, se basa en un análisis de más de 130 páginas realizado por Denis Rancourt (ex profesor de física en la Universidad de Ottawa) y colaboradores, y publicado por la organización sin ánimo de lucro Correlation Research in the Public Interest (de la que Rancourt es codirector) el 17 de septiembre de 2023.

Rancourt también es miembro de un grupo llamado Pandata, cofundado por Nick Hudson en abril de 2020 (inversor de capital privado sudafricano), y que ha promovido a lo largo de la pandemia desinformación sobre vacunas y el negacionismo de la COVID-19. El propio Rancourt ha afirmado en ocasiones anteriores que «no hubo pandemia» o que el uso de mascarillas no funciona contra la COVID-19.

Tras la publicación del informe, que pasaremos a analizar a lo largo de la siguiente verificación, fue ampliamente difundido a través de las redes sociales, como la cuenta de X/Twitter del propio Rancourt, o un artículo publicado en The Epoch Times. Y, en enero de 2024, el análisis volvió nuevamente a hacerse viral, especialmente después de que Bret Weinstein afirmara durante una entrevista con Tucker Carlson que las vacunas contra la COVID-19 habían matado a 17 millones de personas. En España, el informe fue recogido por distintos medios que ya han difundido anteriormente información errónea o falsa sobre las vacunas contra la COVID-19, como por ejemplo es el caso de El Distrito.

¿En qué consistió el análisis?

El análisis examinó la mortalidad general en 17 países, atribuyendo un aumento en la mortalidad excesiva al despliegue de las vacunas COVID-19, y afirmando que los datos de mortalidad por todas las causas no indicaban ningún beneficio de la vacunación contra la COVID-19.

COVID-19 vaccine-associated mortality in the Southern Hemisphere
Captura de la primera página del informe «COVID-19 vaccine-associated mortality in the Southern Hemisphere». Tomada el 20 de mayo de 2024.

Los autores atribuyeron los aumentos en el exceso de mortalidad antes de la implementación de las vacunas a «cambios repentinos en los protocolos médicos e institucionales y en las respuestas gubernamentales, vinculados a la declaración de una pandemia», por lo que estas muertes «no pueden deberse a una enfermedad respiratoria viral que se propaga a nivel mundial». A su vez, también afirmaron que la mortalidad por todas las causas en los países analizados únicamente empezó a aumentar luego de la implementación de las campañas de vacunación contra la COVID-19.

Para llegar a estas conclusiones, los autores calcularon lo que denominaron «tasa de letalidad por dosis de vacuna para todas las edades (vDFR)», que consistiría en la proporción de «muertes inferidas inducidas por vacunas» con respecto al número de dosis de vacuna administradas en una población. Dicho de otra forma, midieron el alcance del exceso de mortalidad durante el período de implementación de las distintas vacunas desarrolladas contra la COVID-19.

Y concluyeron con ello que el vDFR general para los países (17) analizados «implicaría 17,0 ± 0,5 millones de muertes por la vacuna COVID-19 en todo el mundo». Lo que «correspondería a un evento iatrogénico masivo que mató al (0,213 ± 0,006) % de la población mundial (1 muerte por 470 personas vivas, en menos de 3 años), y no evitó de manera mensurable ninguna muerte».

¿Cuáles son las fallas metodológicas que se pueden encontrar en el análisis de Rancourt et al.?

En su análisis, los autores señalan que «no existe ninguna asociación en el tiempo entre la vacunación contra la COVID-19 y una reducción proporcional de (la mortalidad por todas las causas)». Para llegar a tal conclusión se basan en cifras de Our World in Data, World Mortality Dataset y determinadas fuentes regionales, y señalan que el exceso de muertes aumentó a comienzos de 2022 después de una mayor campaña de vacunación contra la COVID-19.

Es decir, el estudio establece una correlación entre el aumento de la mortalidad y el despliegue de las vacunas. Pero, como es bien sabido en el campo de la epidemiología, correlación no implica causalidad.

Además, el análisis no tuvo en cuenta otros factores confusos, como los picos de muertes por COVID-19 que coincidían con los aumentos en la mortalidad general, lo que sugiere que la pandemia, y no las vacunas, podría ser la causa de este exceso de mortalidad.

Otros expertos en el campo, como Jeffrey Morris, biestadístico y profesor en la Universidad de Pensilvania, también ha cuestionado la validez de las conclusiones del estudio de Rancourt, como comentó en un tuit publicado el 18 de septiembre de 2023 en la red social Twitter, al señalar que los picos de mortalidad excesiva se alinean más estrechamente con los aumentos en las muertes por COVID-19 que con el despliegue de las vacunas. Y recordó que el análisis, en realidad, no consideró ni reconoció a la COVID-19 como una posible explicación de los distintos picos observados en el exceso de mortalidad. Tal y como podemos ver en la siguiente figura:

Exceso de mortalidad en 16 de los países analizados por el estudio de Rancourt et al. Las áreas sombreadas en gris muestran el exceso de muertes, la línea roja indica el número de muertes por COVID-19 por millón de personas y la línea azul indica el número de vacunaciones por cada 1.000 personas por semana. Fuente: Jeffrey Morris (X/Twitter).

Como indicó Morris, los picos de mortalidad «no se alinean con el rigor de la mitigación de Covid, y no se alinean con los lanzamientos de vacunación (excepto en aquellos lugares donde los lanzamientos de vacunación se realizaron durante oleadas masivas de COVID)».

En un correo electrónico enviado el 9 de enero de 2024 a Lead Stories, James Lawler, doctor de la División de Enfermedades Infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Nebraska, indicó que «el error fundamental de su análisis es que analizan las tendencias anuales generales en la mortalidad por todas las causas y la asociación temporal entre la mortalidad (muertes) y las vacunas contra la COVID-19, pero no tienen en cuenta el momento de los aumentos repentinos de casos de COVID-19 y muertes que están muy estrechamente correlacionadas (y relacionadas causalmente) con los aumentos repentinos de la mortalidad por todas las causas en los países en cuestión (y en todos los países del mundo durante los cuatro años anteriores)».

En una verificación anterior realizada por AFP News sobre el análisis de Rancourt et al., los expertos consultados también llegaron a la misma conclusión. Por ejemplo, Amesh Adalja, investigador principal del Centro para la Seguridad de la Salud de la Universidad Johns Hopkins, señaló en un correo electrónico del 3 de octubre de 2023 que los hallazgos «representan una distorsión importante de los datos reales», puesto que «los picos de mortalidad por todas las causas probablemente se deben a la aparición del virus durante ciertos períodos y no tienen nada que ver con las campañas de refuerzo».

De acuerdo a Oliver Watson, investigador de la Escuela de Salud Pública del Imperial College de Londres, en un correo electrónico enviado a AFP News, «incluyen varios países con ‘COVID cero’, como Singapur y Nueva Zelanda, que implementaron fuertes bloqueos que impidieron la propagación de la COVID-19. (…) Estos países, una vez que alcanzaron una alta cobertura de vacunas, relajaron los bloqueos y posteriormente tuvieron un aumento en las muertes y la mortalidad por COVID-19, ya que las vacunas no son 100 por ciento efectivas ni lograron una cobertura del 100 por ciento».

Hay que recordar, por otro lado, que el análisis se centra únicamente en el hemisferio sur, cuyos países presentaron tasas verdaderamente elevadas de mortalidad por todas las causas antes de la aparición de las vacunas desarrolladas contra la COVID-19; una tendencia que continuó tras el comienzo de la campaña de vacunación en Europa o Estados Unidos, puesto que muchos países no disponían aún de acceso a las mismas. Tal y como recordó James Lawler en un correo anterior: «La razón por la que existe una asociación temporal entre el momento de las dosis de vacuna y las muertes es porque los países estaban implementando sus campañas de vacunación más agresivas en 2021-2022, cuando la pandemia tuvo el mayor número de muertes en esos países —debido a infecciones por el SARS-CoV-2—».

Por ejemplo, desde el comienzo de la pandemia, solo en Estados Unidos se estima que la COVID-19 había matado a más de 1,1 millones de personas. Y, en todo el mundo, se han notificado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de 7 millones de muertes por COVID-19. Aunque hay que recordar que la propia OMS señaló que las muertes por COVID-19 en todo el mundo sumarían 15 millones, solo entre 2020 y 2021.

Más datos defectuosos

Aunque los análisis a nivel poblacional son rápidos y relativamente sencillos de llevar a cabo (dado que los datos están fácilmente disponibles), el análisis de Rancourt et al. es un ejemplo de falacia ecológica: los autores no establecieron si las personas que murieron efectivamente habían sido vacunadas, puesto que los datos de mortalidad por todas las causas no eran a nivel individual, sino datos a nivel poblacional.

En este sentido, Eleanor Murray, profesora asistente de epidemiología en la Universidad de Boston, ya indicó a Forbes en abril de 2020 que los estudios ecológicos «pueden ser una valiosa fuente de hipótesis en una crisis porque a menudo se pueden observar fuertes efectos a nivel individual a nivel de grupo. Pero es importante ver estos conocimientos como hipótesis temporales que probablemente podrían ser refutadas a medida que lleguen más datos».

Pero «los estudios ecológicos a menudo se utilizan incorrectamente para responder preguntas a nivel individual, es decir, si una intervención a nivel individual tiene un efecto sobre el resultado de la enfermedad de una persona individual. Incluso el mejor estudio ecológico no puede darnos una respuesta a esta pregunta porque los estudios ecológicos sólo analizan datos a nivel de población, no datos a nivel individual», continuó Murray.

Otros estudios revisados por pares han encontrado resultados que contradicen esta narrativa

Además, estudios publicados y revisados por pares han encontrado resultados que contradicen la narrativa de que las vacunas COVID-19 aumentan el riesgo de mortalidad general. Por ejemplo, un estudio de Bilinski et al. (2023) encontró que la mortalidad excesiva era mayor en los estados menos vacunados de EE. UU. en comparación con los más vacunados.

Otro estudio de Xu et al. (2021), que examinó el periodo comprendido entre diciembre de 2020 y junio de 2021 (con 6,4 millones de vacunados contra la COVID-19 y 4,6 millones de personas no vacunadas con características similares), descubrió que no existe un mayor riesgo de muerte entre los receptores de la vacuna contra la COVID-19. De forma similar, otro estudio publicado en diciembre de 2022 encontró datos similares: la mortalidad por todas las causas era un 37% menor en el grupo vacunado.

Y un cuarto estudio encontró que las tasas de notificación de fallecimientos después de la vacunación contra la COVID-19 eran más bajas que las tasas de mortalidad por todas las causas esperadas, mientras que las tendencias en las tasas de notificación reflejaron tendencias conocidas en las tasas de mortalidad básica, de forma que los hallazgos no sugieren una asociación causal entre la vacunación contra la COVID-19 y el aumento general de la mortalidad.

En resumen, la afirmación de que las vacunas contra la COVID-19 han causado la muerte de 17 millones de personas es incorrecta. Se basa en un análisis con serias deficiencias metodológicas y es refutada por la evidencia científica disponible. Es esencial que el público reciba información precisa y basada en la ciencia para tomar decisiones informadas sobre su salud y la de sus comunidades.

Recordar, por último, que las conclusiones erróneas de Rancourt et al. ya han sido verificadas anteriormente por otros verificadores de hechos, como Lead Stories, AFP News o Health Feedback.

Referencias:

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