¿La vacunación con vacunas de ARNm contra la COVID-19 aumenta el riesgo de enfermedades autoinmunes?

La McCullough Foundation distorsiona los hallazgos de un estudio sobre vacunas de ARNm contra la COVID-19 y enfermedades autoinmunes en un tuit viral.

LO QUE SE AFIRMA

Las inyecciones de ARNm de COVID-19 están asociadas con un mayor riesgo de desarrollar ciertas enfermedades autoinmunes.

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

Engañoso. El estudio muestra que, en general, la vacunación con ARNm no se asocia con un mayor riesgo de la mayoría de las enfermedades autoinmunes, aunque se requiere monitoreo continuo.

La vacunación con vacunas de ARNm contra la COVID-19 no aumenta el riesgo de enfermedades autoinmunes

El pasado 23 de julio, un tuit publicado por la McCullough Foundation se hizo viral en Twitter/X, alcanzando 115,000 visualizaciones y siendo compartido por más de mil usuarios. El tuit afirmaba:

«NUEVO ESTUDIO – Las inyecciones de ARNm para COVID-19 están asociadas con un mayor riesgo de desarrollar ciertas enfermedades autoinmunes, incluyendo lupus eritematoso sistémico, alopecia areata, psoriasis y artritis reumatoide. Este estudio de cohorte basado en la población incluye a 9,258,803 individuos y abarca hasta un año de tiempo de observación. Los autores concluyen que ‘es necesario un monitoreo a largo plazo después de la vacunación con ARNm para el desarrollo de enfermedades autoinmunes del tejido conectivo (AI-CTDs).'»

Las enfermedades autoinmunes se producen cuando el sistema inmunitario ataca al propio cuerpo, dañando tejidos y órganos. Las causas son difíciles de determinar, aunque sabemos que las predisposiciones genéticas y las condiciones ambientales pueden influir en su aparición.

El estudio en cuestión

El artículo científico, publicado en Nature Communications y titulado «Long-term risk of autoimmune diseases after mRNA-based SARS-CoV2 vaccination in a Korean, nationwide, population-based cohort study» analiza la asociación entre la vacunación con ARNm contra el SARS-CoV-2 y el desarrollo de enfermedades autoinmunes del tejido conectivo (AI-CTDs) en Corea. El estudio involucró a 9,258,803 individuos que recibieron al menos una dosis de la vacuna basada en ARNm, ya sea BNT162b2 (Pfizer-BioNTech) o mRNA-1273 (Moderna).

Para llevar a cabo este estudio, los investigadores utilizaron datos combinados del Servicio Nacional de Seguro de Salud (NHIS) y la Agencia de Control y Prevención de Enfermedades de Corea (KDCA). Se compararon las tasas de incidencia de AI-CTDs (enfermedades autoinmunes del tejido conectivo o EAI-TC) en individuos vacunados con cohortes históricas de control para minimizar el sesgo de selección. Los individuos fueron observados durante más de un año.

Los resultados del estudio muestran que la vacunación con ARNm no se asocia con un aumento en el riesgo de desarrollar la mayoría de enfermedades autoinmunes del tejido conectivo. No obstante, hubo algunas excepciones:

  • Lupus eritematoso sistémico: Se observó un riesgo ligeramente mayor (1.16 veces) de desarrollar lupus eritematoso sistémico en individuos vacunados en comparación con los controles.
  • Dosis de Refuerzo: Hubo un aumento en el riesgo de desarrollar ciertas enfermedades autoinmunes del tejido conectivo, como alopecia areata, psoriasis y artritis reumatoide, en aquellos que recibieron dosis de refuerzo de la vacuna. Pero el aumento del riesgo continuó siendo bajo.

De ahí que los autores destacaran, como veremos, que no surgió ningún aumento estadísticamente significativo en el riesgo de ninguna enfermedad autoinmune después de la vacunación.

Los investigadores realizaron análisis adicionales estratificados por edad, sexo, tipo de vacuna de ARNm y antecedentes de vacunación no basada en ARNm. Estos análisis mostraron resultados consistentes, indicando que la vacunación con ARNm no se asocia con un aumento significativo en el riesgo de la mayoría de las enfermedades autoinmunes del tejido conectivo.

De hecho, el riesgo de cuatro de las afecciones que examinaron fue significativamente menor en la cohorte vacunada. Mientras que, en la figura número 6, que compara los riesgos en cohortes vacunadas con y sin refuerzos, observamos que dos de los tres controles negativos también tuvieron valores de aHR positivos, lo que arroja dudas sobre la importancia estadística de los hallazgos.

Los autores concluyen que las vacunas no se asocian con un aumento en el riesgo

El estudio concluye que, en general, las vacunas basadas en ARNm no se asocian con un aumento en el riesgo de la mayoría de las enfermedades autoinmunes del tejido conectivo. En este sentido, sus conclusiones son claras: «En general, llegamos a la conclusión de que las vacunas basadas en ARNm no están asociadas con un mayor riesgo de la mayoría de las AI-CTD». Y, además, sus datos también muestran claramente que no surgió ningún aumento estadísticamente significativo en el riesgo de ninguna enfermedad autoinmune después de la vacunación.

Algo que destacó Dan Wilson, doctor en biología molecular y conocido en redes sociales como Debunk the Funk, en su perfil de Twitter/X, quien señaló, además, que «había tres enfermedades autoinmunes que los niños no vacunados tenían más probabilidades de contraer en comparación con sus homólogos vacunados», y se pregunta por qué la McCullough Foundation no mencionó este detalle.

Eso sí, los autores del estudio también destacan la importancia de la vigilancia continua y la investigación adicional para monitorear cualquier posible asociación con ciertas condiciones autoinmunes específicas.

A la luz de los hallazgos del estudio, es necesario destacar que la afirmación principal que encontramos en el tuit viral publicado por la McCullough Foundation es parcialmente cierta pero también engañosa. El estudio encontró un aumento en el riesgo de lupus eritematoso sistémico y en algunas enfermedades autoinmunes del tejido conectivo tras dosis de refuerzo. Sin embargo, no concluyó que la vacunación con ARNm esté asociada con un aumento en el riesgo de desarrollar la mayoría de las enfermedades autoinmunes del tejido conectivo.

En lo que al estudio en cuestión se refiere, nos encontramos realmente ante un análisis interesante, que ofrece una evaluación exhaustiva de la relación entre la vacunación con ARNm y las enfermedades autoinmunes. A pesar de las excepciones señaladas (como el lupus eritematoso sistémico y ciertas enfermedades autoinmunes del tejido conectivo tras dosis de refuerzo), los hallazgos no respaldan la afirmación de un riesgo generalizado de enfermedades autoinmunes tras la vacunación.

Como vemos, el tuit de la McCullough Foundation aprovecha los hallazgos del estudio para sembrar miedo y desconfianza en las vacunas. Aunque la información contenida en el tuit tiene una base real, su presentación es sesgada y puede llevar a conclusiones erróneas.

Los amplios ensayos clínicos que llevaron a la aprobación de las vacunas contra la COVID-19 en Estados Unidos no encontraron indicios claros de un aumento en el riesgo de las enfermedades autoinmunes mencionadas anteriormente después de la vacunación. En el ensayo clínico de la vacuna de Pfizer-BioNTech no se detectaron nuevos problemas autoinmunes. Y, en el ensayo de la vacuna de Moderna, se informó de un caso de artritis reumatoide entre más de 15.000 personas vacunadas. En este caso, la FDA de Estados Unidos consideró que no se podía descartar la posibilidad de que las vacunas hubieran contribuido a la aparición de esa afección en esta persona específica. En otras palabras, la artritis podría haber sido un efecto secundario de la vacunación en esta persona en particular entre miles, pero los datos no eran lo suficientemente concluyentes para afirmarlo con certeza.

Dicho de otra forma, estos raros casos de enfermedades autoinmunes que se desarrollan después de la vacunación suelen ocurrir de manera accidental y no como resultado directo de la vacuna. Esto demuestra que, actualmente, no hay evidencia científica concluyente que respalde la afirmación de que las vacunas causan trastornos autoinmunes.

Además, las investigaciones han demostrado que la COVID-19 en sí mismo está asociado con un mayor riesgo de enfermedades autoinmunes. Estudios retrospectivos han mostrado que las personas no vacunadas que se recuperaron de la COVID-19 tenían un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como artritis reumatoide, lupus (LES) y síndrome de Sjögren, en comparación con las personas no vacunadas que nunca contrajeron la COVID-19, como se encontró en este estudio o en este otro.

Un estudio retrospectivo comparó un millón de pacientes con COVID-19 con tres millones de personas que no tenían COVID-19. Este estudio confirmó que contraer COVID-19 estaba asociado con un mayor riesgo de desarrollar artritis reumatoide, artritis psoriásica y otras formas de artritis autoinmune. No obstante, el estudio también encontró que recibir dos dosis de la vacuna contra la COVID-19 estaba asociado con un menor riesgo de desarrollar artritis y lupus (LES) en pacientes que contrajeron la COVID-19.

Con todo ello, los resultados disponibles indican que la COVID-19 puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes reumatoides, mientras que la vacunación puede reducir este riesgo.

En resumen, las vacunas contra COVID-19, especialmente las basadas en ARNm, han sido sometidas a rigurosos ensayos clínicos y evaluaciones post-comercialización para asegurar su seguridad y eficacia. La vigilancia continua es una práctica estándar en la farmacovigilancia y no indica necesariamente un problema inherente con la vacuna.

En conclusión

La afirmación de la McCullough Foundation en su tuit viral es una interpretación sesgada de los hallazgos del estudio coreano. Aunque es cierto que se observó un aumento en el riesgo de ciertas enfermedades autoinmunes específicas tras la vacunación con ARNm, esto no se traduce en un riesgo generalizado para la mayoría de las enfermedades autoinmunes del tejido conectivo. Por tanto, calificamos la afirmación de engañosa.

Los autores del estudio subrayan la necesidad de un monitoreo continuo, lo cual es una práctica estándar y no una señal de alarma. La vacunación sigue siendo una herramienta crucial en la lucha contra la COVID-19, y la evidencia científica actual respalda su seguridad y eficacia.

Referencias:

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