«Ninguna de las 72 vacunas administradas a los niños ha sido probada contra placebo»: por qué esta afirmación que RFK Jr. repite cada cierto tiempo es falsa

Aunque Robert F. Kennedy Jr. (y otros autores) insisten en que las vacunas infantiles no se han probado con placebo, décadas de ensayos clínicos rigurosos y evidencia científica demuestran lo contrario.

LO QUE SE AFIRMA

"Ninguna de las 72 vacunas administradas a los niños ha sido probada contra placebo".

LO QUE SABEMOS HASTA AHORA

Falso Muchas de las vacunas infantiles recomendadas han sido evaluadas en ensayos clínicos aleatorizados y controlados con placebos, incluidos placebos inertes como solución salina. Además, de acuerdo con la FDA, la mayoría de las vacunas se prueban utilizando grupos de control con placebo, y en determinadas situaciones, se utilizan como comparadores otras vacunas previamente autorizadas.

No es cierto que ninguna de las vacunas administradas a los niños hayan sido probada contra placebo

Desde hace años, Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud de EE. UU., sostiene en entrevistas, redes sociales y comparecencias públicas que las vacunas infantiles “nunca han sido probadas frente a placebos”. Esta afirmación, que ha sido desmentida en múltiples ocasiones por expertos, medios y organismos de salud, sigue circulando con fuerza. En abril de 2025, un video en el que Kennedy reiteraba esta idea superó los 4 millones de visualizaciones en X (antes Twitter), donde el doctor Neil Stone lo compartió señalando que a los niños no se les administran 72 vacunas y que las que sí reciben han sido probadas frente a placebos.

Kennedy no solo ha repetido que “ninguna de las 72 vacunas que reciben los niños ha sido probada frente a un placebo”, sino que ha llegado a declarar ante el Senado, el 14 de mayo de 2025, que “la única vacuna que se ha probado en un ensayo placebo completo contra un placebo inerte fue la vacuna contra el Covid”. También en 2023 afirmó que las vacunas “están exentas de ensayos controlados con placebo previos a la autorización”, una acusación que contradice décadas de evidencia científica.

Lo que dicen los datos y los estudios

La afirmación de Kennedy ha sido ampliamente refutada por investigaciones independientes. Uno de los trabajos más exhaustivos hasta la fecha es el proyecto dirigido por el infectólogo Jake Scott, de la Universidad de Stanford. Su equipo revisó bases de datos como PubMed, Cochrane, la OMS y los CDC, y encontró 258 ensayos clínicos aleatorizados y controlados de vacunas, de los cuales 153 incluyeron placebos, y 127 usaron placebos inertes como solución salina, tal y como recogió en un artículo CNN. Este análisis incluye vacunas que forman parte del calendario infantil de los CDC, como las de polio, sarampión, rotavirus, gripe, neumococo, VPH, varicela, Haemophilus influenzae tipo B y la COVID-19.

Algunos ejemplos concretos respaldan esta evidencia. El ensayo de la vacuna contra la polio liderado por Jonas Salk en 1954, incluyó más de 1.8 millones de niños. De ellos, más de 200.000 recibieron placebo salino. También se han documentado ensayos controlados con placebo para la vacuna del sarampión, la gripe (como podemos ver aquí o aquí), neumococo, VPH (como podemos ver aquí o aquí) y rotavirus.

¿Qué es un placebo y por qué se usa?

Kennedy y otros activistas antivacunas como Del Bigtree o el grupo ICAN han argumentado que solo las soluciones salinas pueden considerarse “placebos válidos”, rechazando los ensayos que emplean comparadores activos como otras vacunas o adyuvantes. Sin embargo, tanto la FDA como la OMS aclaran que los placebos pueden ser cualquier sustancia inerte que no tenga efecto inmunológico, y que el diseño del ensayo depende del contexto ético y científico.

Como explica el pediatra Paul Offit, los adyuvantes por sí solos —como el aluminio— no generan respuesta inmunitaria si no van acompañados de un antígeno. De ahí que usar soluciones con adyuvantes o vacunas ya aprobadas como control pueda ser científicamente válido. De hecho, estudios como el publicado en 2003 para la vacuna neumocócica Prevnar 13 se diseñaron comparándola con Prevnar 7, una formulación anterior ya probada y segura.

El informe del Instituto de Medicina de EE. UU. (2013) también desaconseja realizar ensayos con placebo para el calendario completo de vacunación infantil, por razones éticas. Estos estudios dejarían sin protección a niños contra enfermedades prevenibles, y no hay evidencia que justifique tal riesgo.

Ensayos con placebo sí existen (y cuando no, hay razones)

Expertos como el Dr. Greg Poland (Mayo Clinic) o el epidemiólogo René Najera han explicado que usar placebos inertes puede ser útil en las primeras fases de desarrollo, especialmente con nuevas tecnologías, como ocurrió con las vacunas de ARNm frente a la COVID-19. Sin embargo, cuando ya existe una vacuna efectiva, compararla con una sustancia sin efecto puede ser poco ético e incluso innecesario, tal y como señala la propia OMS.

En el caso de las vacunas contra el VPH, por ejemplo, se usaron placebos con adyuvante o vacunas contra hepatitis para mantener el doble ciego y proteger a los participantes. Estos enfoques han sido avalados por la OMS, que establece criterios específicos sobre cuándo se puede o no usar un placebo inerte.

Un artículo de Children’s Hospital of Philadelphia detalla cómo los ensayos clínicos con controles han sido la norma desde mediados del siglo XX, y cómo los diseños han evolucionado conforme avanzaban la ética médica y la evidencia previa.

Además, la cifra de “72 vacunas” que menciona RFK Jr. también es engañosa. Según explica la Escuela de Salud Pública de Yale, a lo largo de su infancia, los menores en EE. UU. reciben vacunas que protegen contra 17 enfermedades graves, como el sarampión, la polio, la gripe o la meningitis. Algunas de estas vacunas requieren varias dosis o refuerzos, y otras se administran anualmente —como la vacuna de la gripe o la del COVID-19—, lo que incrementa el número total. De acuerdo con Yale, un niño puede recibir 28 dosis antes de los 2 años, 35 antes de los 5 y hasta 54 antes de los 18. Las estimaciones más altas, como las 72 citadas por Kennedy, incluyen todas las dosis anuales y en ocasiones cuentan vacunas combinadas —como la triple vírica (MMR)— como si fueran múltiples inyecciones. Incluso hay recuentos que suman vacunas administradas a la madre durante el embarazo. Por tanto, el número varía según el calendario, las circunstancias clínicas y las vacunas disponibles, y no refleja una verdad única o absoluta.

Conclusión

La afirmación de que ninguna vacuna infantil ha sido probada con placebo es falsa. No solo existen múltiples ensayos controlados con placebos inertes, sino que las razones para usar comparadores activos están basadas en principios éticos y científicos. La evidencia acumulada durante más de siete décadas muestra que las vacunas infantiles han sido estudiadas rigurosamente antes de su aprobación.

Si bien es razonable pedir transparencia en la investigación clínica, afirmar incorrectamente que las vacunas no se han probado adecuadamente puede debilitar la confianza pública en una herramienta clave de salud pública respaldada por décadas de estudios.

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