LO QUE SE AFIRMA
Un estudio con más de un millón de niños no encontró evidencia de que el aluminio en vacunas infantiles aumente el riesgo de enfermedades crónicas.
Un estudio con más de un millón de niños no encontró evidencia de que el aluminio en vacunas infantiles aumente el riesgo de enfermedades crónicas.
A raíz de la amplia difusión en redes sociales de mensajes que afirman que el aluminio presente en las vacunas infantiles no está relacionado con enfermedades crónicas como el autismo, el asma o trastornos autoinmunes, muchos de nuestros lectores nos han consultado a través de nuestro canal de WhatsApp sobre la veracidad de estas afirmaciones. Las publicaciones, compartidas miles de veces en plataformas como X (antes Twitter), hacen referencia a un nuevo estudio realizado en Dinamarca, publicado en julio de 2025. Dado su alcance y la sensibilidad del tema, decidimos verificar esta información.
La afirmación es verdadera. El estudio existe, fue realizado por investigadores del Statens Serum Institut (SSI), y sus conclusiones han sido representadas con precisión en los mensajes virales.
El estudio fue publicado el 15 de julio de 2025 en la revista médica Annals of Internal Medicine. Bajo el título «Aluminum-Adsorbed Vaccines and Chronic Diseases in Childhood: A Nationwide Cohort Study», el trabajo analizó si existía alguna relación entre la cantidad de aluminio recibida a través de las vacunas en los primeros dos años de vida y el desarrollo posterior de enfermedades autoinmunes, alérgicas o neuropsiquiátricas.
Para ello, los investigadores utilizaron datos de 1.224.176 niños nacidos en Dinamarca entre 1997 y 2018, que vivían en el país al cumplir los dos años de edad. Aprovechando los cambios en el calendario de vacunación a lo largo de los años —que implicaron variaciones en el tipo y la cantidad de aluminio contenido en las vacunas—, pudieron comparar los niveles de exposición sin que estos dependieran de decisiones individuales de los padres. Es decir, el diseño del estudio evitó sesgos comunes en este tipo de investigaciones, al tratarse de un “experimento natural” generado por políticas sanitarias nacionales.
La cantidad acumulada de aluminio recibida a través de las vacunas durante los dos primeros años de vida varió entre 0 y 4,5 miligramos. A partir de registros médicos nacionales, los investigadores identificaron diagnósticos de 50 condiciones crónicas, entre ellas asma, dermatitis atópica, diabetes tipo 1, enfermedad celíaca, trastornos del espectro autista y TDAH, entre muchas otras.
Tras aplicar modelos estadísticos ajustados por más de una decena de variables sociodemográficas y clínicas, los resultados mostraron que no existe asociación entre una mayor exposición al aluminio y un aumento en el riesgo de desarrollar alguna de estas enfermedades. Para la gran mayoría de los 50 diagnósticos analizados, los límites superiores de los intervalos de confianza eran incompatibles incluso con incrementos moderados del riesgo. En los casos más frecuentes, como el asma (con más de 28.000 casos), se observó incluso una asociación inversa (HR: 0,96; IC95%: 0,94-0,98), aunque los autores aclaran que esto probablemente refleja factores residuales no medidos y no un efecto protector real del aluminio.
Respecto a los trastornos del espectro autista, el estudio identificó más de 12.000 casos en el análisis extendido hasta los ocho años de edad. En este subgrupo, también se descartó una asociación con la exposición acumulada al aluminio. Por ejemplo, el trastorno autista presentó un HR de 0,92 (IC95%: 0,86–0,98), lo cual sugiere que el aluminio no solo no aumenta el riesgo, sino que no hay base para sospechar efectos perjudiciales en este ámbito.
El estudio incluyó diversos análisis secundarios, como comparar distintos niveles de exposición categórica, extender el seguimiento hasta los ocho años o excluir a los niños no vacunados. En todos los casos, los resultados fueron consistentes: no se encontró evidencia de que el aluminio en las vacunas cause enfermedades crónicas infantiles.
En total, 15237 niños no recibieron ninguna vacuna con aluminio antes de los dos años, y también se analizó si su exclusión cambiaba los resultados. Los autores encontraron que no: los datos seguían sin mostrar un aumento del riesgo en los niños vacunados, independientemente de este grupo.
Además del análisis estadístico realizado, los investigadores hicieron referencia a un estudio publicado en 2011 que demostró que la exposición al aluminio a través de las vacunas estaba «muy por debajo de los umbrales mínimos de riesgo establecidos». También mencionaron que «un pequeño estudio con 15 recién nacidos prematuros no registró cambios medibles en las concentraciones séricas de aluminio tras la vacunación con vacunas que contienen aluminio como adyuvante».
Por todo ello, las afirmaciones que circulan en redes sociales sobre los resultados del estudio son verdaderas: no se encontró ninguna relación entre el aluminio en vacunas infantiles y un aumento en el riesgo de enfermedades autoinmunes, alérgicas o del desarrollo neurológico. Las vacunas que contienen adyuvantes con aluminio han sido utilizadas durante décadas y, según este análisis de alta calidad, no representan un riesgo para la salud infantil en este aspecto.
Referencias:
Fuente del reclamo: Redes sociales (X/Twitter)
Contenido verificado: 1 de septiembre de 2025 a las 14:00 horas
Artículo de verificación actualizado: 1 de septiembre de 2025 a las 14:00 horas
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