LO QUE SE AFIRMA
Las vacunas que contienen mercurio (timerosal) causan autismo, y los reguladores lo sabían desde 1999.
Las vacunas que contienen mercurio (timerosal) causan autismo, y los reguladores lo sabían desde 1999.
Una publicación en Twitter, que ha superado las 26.000 visualizaciones, difunde un fragmento de una entrevista en la que Robert F. Kennedy Jr. afirma que las vacunas que contienen mercurio —refiriéndose al tiomersal— causan autismo y que los reguladores “lo sabían en 1999 y lo saben hoy”, refiriéndose concretamente a la vacuna contra la hepatitis B (que ya analizamos aquí con anterioridad). El video ha sido acompañado del mensaje: “¿Más EVIDENCIA de que las vacunas causan autismo?”, reforzando una narrativa que lleva más de dos décadas siendo desmentida por la evidencia científica.
El timerosal, también conocido como tiomersal, es un conservante que contiene etilmercurio y que se ha utilizado desde los años 30 en algunas vacunas multidosis para evitar el crecimiento de bacterias. Hemos hablado con Jaime Pérez, Médico Especialista en Medicina Preventiva y Presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), quien nos ha comentado que el compuesto “se ha ido dejando de usar progresivamente no porque se haya demostrado ningún efecto adverso, sino como medida de precaución y para evitar la alarma social”. Además, añadió que “en España no usamos vacunas multidosis (de las tradicionales) por lo que desde la pandemia de gripe de 2009 no ha sido necesario su uso”.
Contrario a lo que afirma Kennedy, no existen estudios científicos que hayan demostrado que el tiomersal cause autismo. Instituciones como la Organización Mundial de la Salud, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Academia Americana de Pediatría han concluido en múltiples ocasiones que no hay relación entre este compuesto y los trastornos del espectro autista. Como recuerda la Academia Americana de Pediatría, “varios estudios científicos rigurosos han demostrado que no existe vínculo entre el timerosal y trastornos del desarrollo neurológico, incluido el autismo”.
De hecho, desde que el tiomersal fue retirado por precaución de las vacunas infantiles en EE. UU. en 2001, la prevalencia del autismo no ha disminuido, sino que ha seguido aumentando. Esto debilita aún más cualquier hipótesis que vincule causalmente su uso con el diagnóstico de TEA.
Numerosos estudios han abordado esta cuestión con rigor. En 2003, el investigador Thomas Verstraeten publicó un estudio en Pediatrics que no encontró asociación entre la exposición al timerosal y el desarrollo neurológico adverso en una cohorte de más de 140.000 niños. A pesar de que este estudio fue usado erróneamente por movimientos antivacunas para sugerir un encubrimiento, el propio Verstraeten desmintió esas afirmaciones en una carta al editor publicada en 2004, aclarando que los datos preliminares fueron evaluados públicamente y que la investigación siguió su curso normal sin interferencias ni ocultamientos.
Una investigación del Senado de EE. UU. en 2007, tras 18 meses de análisis, descartó cualquier tipo de manipulación de datos por parte de los CDC. El informe concluyó que no existía ninguna prueba de encubrimiento y que todos los datos del llamado “estudio Simpsonwood” fueron debatidos en foros públicos y revisados por expertos externos.
Además, un estudio danés que incluyó a más de 460.000 niños no encontró diferencias en la incidencia de autismo entre vacunados y no vacunados con productos que contenían timerosal. En paralelo, revisiones sistemáticas como la publicada por Cochrane en 2020 —que evaluó datos de más de 23 millones de niños— concluyen que las vacunas son seguras y no están asociadas con el autismo. Y recientemente, un estudio publicado en Annals of Internal Medicine, y que siguió a más de 1,2 millones de niños a lo largo de 24 años, concluyó que no existen evidencias de que el aluminio, adyuvante presente en muchas vacunas infantiles, cause autismo, asma, TDAH, enfermedades autoinmunes u otras enfermedades crónicas.
Otros estudios han buscado un posible origen genético del trastorno. Investigaciones recientes publicadas en Nature identificaron alteraciones genéticas y neurobiológicas que apuntan al desarrollo prenatal como origen del autismo, alejando aún más la posibilidad de que factores como las vacunas estén relacionados con su aparición.
A pesar de todo esto, figuras públicas como Kennedy siguen promoviendo afirmaciones infundadas sobre el tiomersal, generando confusión entre el público. Lo cierto es que, como concluye Jaime Pérez, “el tiomersal es seguro aunque se ha dejado de usar por la alarma social generada». Y finaliza: “No hay ningún estudio científico que lo relacione con el autismo”.
Recordar que, en verificaciones anteriores, ya hemos abordado afirmaciones similares que intentaban vincular la vacuna triple vírica (MMR, por sus siglas en inglés) con el autismo, una teoría ampliamente desacreditada desde hace años. Incluyendo la falsa relación entre la vacuna contra la hepatitis B y el autismo.
Referencias:
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